Epílogo

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Juanjo y Martin corrían por la orilla, tomados de la mano. El menor empezó a salpicar agua hacia el más alto, las gotas brillando bajo el sol de la tarde.

—¡Basta! Martin, me arden los ojos —se quejó el maño, fingiendo dolor.

El vasco se acercó preocupado e intentó apartar las manos de su novio que cubrían sus ojos. Sin esperárselo, Juanjo lo sorprendió cargándolo en brazos y llevándolo al mar para lanzarlo con cuidado. Rieron por la broma y se besaron en medio del océano, el sonido de las olas rompiendo alrededor de ellos.

—¿Esperamos que salga la luna para recordar, o prefieres que el sol también nos conozca? —soltó sin vergüenza alguna el vasco, su voz mezclándose con el suave murmullo del mar.

Juanjo rió y lo atacó con besos—. El sol y todos esos allá —señaló con la mirada a sus amigos que se encontraban en la orilla, sus siluetas recortadas contra el cielo.

Martin rodó los ojos con diversión—. No nos los vamos a quitar de encima nunca, ¿verdad?

El mayor negó con una sonrisa divertida—. Podemos escabullirnos por la noche —susurró en su oído con segundas intenciones, volviendo a besarle con amor.

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—¡Que no! Ya vale —se quejó Martin, alejándose de su mejor amiga que quería obligarlo a comer una fruta extraña.

Se acercó al otro grupo de amigos que estaban sentados en una fogata frente al mar. La brisa marina acariciaba sus rostros y el crepitar del fuego les proporcionaba un calor reconfortante.

Kiki y Violeta estaban sentadas abrazadas, ellas tampoco podían ocultar más que estaban enamoradas; solo les hacía falta la etiqueta. También se encontraba Denna junto a Alex, que se picaban a cada instante, era su forma de quererse. Y a su lado estaba Lucas, que cada cierto tiempo le agradecía por no haberlo dejado solo en todo su proceso.

Sabía que tenía nuevos amigos que albergaría para siempre en su corazón, que nunca lo dejarían solo, aunque fuera solo para molestarlo.

—Manito, si ellos se casan, yo me caso contigo —se quejó Alex, después de que Denna se enfadara con él y lo amenazara con cumplir su promesa con Juanjo.

Martin rió—. Yo creo que no —fingió tristeza—. A los 30, Juanjo ya tendrá marido y seré yo —soltó con falsa comprensión.

—Bien, mi niño, poniendo orden —apoyó Violeta.

En ese momento se acercó Juanjo, junto a Álvaro y Paul. El primero se sentó a su lado, y automáticamente pasó un brazo por sus hombros. Al vasco se le iluminaron los ojos al verlo; tenía al chico más guapo, más bueno y más inteligente como su novio. Es que ya era suyo, era completamente suyo.

El resto de la noche, el grupo empezó a contar anécdotas y hacer planes a futuro. Sabían que su grupo había crecido y querían mantenerlo así para siempre; querían ser los tíos de los hijos que tendrían.

Juanjo sintió la mirada de su novio muy intensa. Cuando lo miró de vuelta, entendió perfectamente lo que quería; ya no necesitaban palabras para poder entenderse.

—Nosotros vamos yendo a nuestra habitación —se levantó el maño y le tendió una mano a su novio.

Martin se levantó con una sonrisa complacida.

—¡Olé! ¿Tan temprano? Sois unos putos insaciables —molestó la pelirroja.

El vasco rió y le mostró su dedo medio como defensa.

—No olvidéis el condón —molestó también Lucas.

El resto soltó carcajadas apoyando la broma.

—Parad ya, son solo dos enamorados —defendió Álvaro, mostrándole una sonrisa de complicidad a Martin.

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