XXVII. Álvaro

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—¿Por qué dejas tu coche en mi piso? ¿Acaso no tienes aparcamiento en el tuyo?

—Porque es bueno caminar de vez en cuando, y tu piso está cerca de todo —explicó Juanjo, volviendo al edificio donde vivía la granadina.

Habían quedado para que Denna pudiera ponerlo al corriente de lo que estaba pasando en su vida. Las tensiones habían disminuido y su amistad cada día se volvía más pura.

—Es muy detallista, muy majo. No lo hace todo perfecto, pero tiene su encanto —continuaba la rubia, contando acerca de su nuevo saliente.

—Me alegro. ¿Y tú crees que eso va para algo serio? —quiso saber más el maño.

Denna se encogió de hombros—. No lo sé, Alex es un buen chico, pero estamos viendo qué pasa —lo estudió con la mirada—. ¿Y Martin y tú?

Juanjo elevó las cejas por la sorpresa; no habían hablado de ese tema desde la pool party, en donde habían dejado todo por sentado.

—Martin y yo somos amigos y ya —continuó caminando, sin mirar a la chica.

La rubia rió—. Juanjo, por favor, vosotros hace tiempo dejasteis de ser solo amigos...

El mayor bufó. Era su oportunidad de poder hablarlo con alguien. Nunca lo había hecho, no tenía con quién. Después de todo, sus mejores amigos probablemente desaprobarían lo que tenía con Martin, y no tenía suficiente confianza con otras personas para poder soltarlo.

—No lo sé, esta semana ha sido... —frunció los labios sin saber cómo definirla—. Siento que todo cambió después de Portugal.

Denna lo miró sorprendida—. ¿Para bien o para mal?

—Para... —pensó en todos los acontecimientos. Desde ese viaje había encontrado dos lados suyos que antes no conocía. Por un lado, estaba más empalagoso y cariñoso, y por el otro, había encontrado una nueva parte de él que no le gustaba, que eran los celos. No sabía si inclinarse hacia lo bueno o lo malo—. Para diferente —completó.

Denna cogió su mano y lo frenó—. ¿Y cómo estás?

Después de lo de anoche estaba seguro de su respuesta—. Nunca he estado mejor, Almu.

Llegaron al aparcamiento y, con un abrazo, Denna le pidió cuidarse.

—Solo quiero que estés bien, sea cual sea tu camino —susurró sincera.

Juanjo le sonrió con ternura y le auguró lo mismo, prometiéndole llamarla cuando llegara a su última clase del día, ya que se había saltado las primeras.

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Más tarde, se encontraba saliendo de la universidad cuando se encontró con Álvaro y Paul, sorprendentemente tomados de la mano, como si de una pareja se tratase.

Al salir, Álvaro lo detuvo con un abrazo—. Esta noche ¿nos vemos? Quiero planear la mejor fiesta de fin de curso —soltó sin saludar.

Juanjo rió—. ¿Sí? Bueno, decidme dónde y ahí estaré. ¿Y vosotros? Os veo muy juntos últimamente —dijo, parándose frente a ellos molestando.

Álvaro se sonrojó—. Paul me pidió anoche ser novios. Iba a juntaros a todos para contaros —confesó con vergüenza y emoción.

Juanjo abrió la boca sorprendido—. ¡Me muero, qué bien, Alvi Mayo! —se acercó a abrazarlo—. Y a ti también, Paul. Me alegro que te hayas dado cuenta al fin que tenías un buen chico frente a ti.

El mencionado asintió con una sonrisa de oreja a oreja—. De hecho, verte ayer con Martin tan enamorados me dio la valentía que necesitaba —soltó con ternura.

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