XXXV. Cita Real

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—Rus... —comenzó Martin con un poco de miedo, no quería que todo se repitiera, habían sido unas semanas de mierda y no volverían a caer en lo mismo.

—Te estaba esperando afuera para irnos juntos, pero como estabas tardando me preocupé —soltó una risa irónica—. Pero estabas muy bien, como veo...

Miró la mano de Martin, que seguía siendo cogida por la de Juanjo.

—Ruslana, nosotros... —intentó excusarse Juanjo.

Ruslana negó con la cabeza—. Me piro, no os interrumpo más... —su cara mostraba confusión y decepción. ¿Nuevamente pasar por lo mismo? No lo permitiría.

Martin se armó de valor, soltó a Juanjo y cogió la mano de su mejor amiga—. No, no te vas. Vamos a hablarlo porque esto no es lo que parece.

Juanjo pasó saliva, un déjà vu pasó por su cabeza, imágenes de las peores semanas de su vida. No iba a dejar pasar por lo mismo esta vez.

Martin lo sorprendió porque empujó la puerta y arrastró a su amiga dentro, sentándola a la fuerza en el sofá del salón.

—Vamos a hablar, como personas adultas que se quieren —empezó el vasco una vez se sentó junto a ella. Después le dedicó una mirada a Juanjo, pidiendo autorización.

Juanjo se mordió los labios con confusión, todavía no entendía a dónde quería llegar Martin, pero como ya era costumbre, lo seguiría hasta el fin del mundo si se lo propusiera. Asintió y se sentó en el otro sofá, mirando a los mejores amigos.

Martin respiró hondo—. No somos un lío —soltó sin filtro—. Estamos hace más de seis meses juntos, y empezó así, es verdad, pero nos enamoramos en el transcurso.

Miró a Juanjo con cariño al soltarlo por primera vez en voz alta hacia una tercera persona. Juanjo sonrió enternecido y se sentó más a la orilla del sofá para alcanzar a coger la pierna del vasco.

Ruslana se quedó incrédula—. ¿Más de seis meses?

Juanjo asintió—. No odies a Martin por no contártelo, porque para mí no fue fácil darme cuenta... si tienes que odiar a alguien, ódiame a mí.

Los chicos continuaron su relato, de principio a fin. Ruslana hacía preguntas de vez en cuando sobre algunas coincidencias que no fueron percibidas por el grupo, pero al final de todo entendió.

—Me siento una tonta por tratar de gustarle a Juanjo —carcajeó divertida—. Y tú, nene, lo tenías a tus pies —se quejó hacia su mejor amigo.

Martin se mordió los labios—. Igual me daba un poco de celos.

—Ay —lo miró enternecida—. Bueno, ahora sí me voy, estoy muerta.

Martin miró al más alto—. Mi amor, ¿le traes un vaso de agua?

Juanjo sonrió por el apodo, estaba tan enamorado. Suspiró y asintió, no sin antes dejarle un beso en la mejilla al de los bigotes.

—Joder —soltó Ruslana—. Te lo tenías muy guardado, necesito detalles, ¿eh? —demandó—. Como por ejemplo, ¿los gemidos inhumanos de los últimos meses eran por Juanjo?

Martin carcajeó y asintió—. Todo lo que dicen de Juanjo en la cama es verdad, Rus, es superior. —estaba feliz de por fin hablarlo con su mejor amiga.

Ruslana lo abrazó—. ¿Y el llanto era también por él?

Martin asintió sin quitar la sonrisa—. Sí, pero ya da igual todo, estamos juntos ahora, estamos bien...

Ruslana se levantó al ver llegar a su amigo con su agua. Aceptó el vaso y lo tomó de un solo trago—. Bueno, amores, esto ha sido un poco shock para mí, así que voy a asimilarlo en mi piso —intercaló la mirada entre la pareja—. Me imagino que todavía tenéis mucho por hacer... os dejo solos.

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