XXVI. Podemos Intentarlo

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—¿Puedes dejar de desaparecer? Tiene que intervenir tu amiga para poder vernos al fin —se quejó Laura, la amiga de Juanjo, mientras le acariciaba el rostro con una sonrisa.

Estaban en un restaurante cerca del teatro; Bea había invitado a cenar. Por ahora, solo estaban Laura y su hermano, ya que habían acordado reunirse allí una vez que Laura terminara de abrir el teatro a su amiga, y Martin se les uniría más tarde.

El vasco llegó y saludó a todos con una sonrisa, dejando un beso muy cerca de los labios del aragonés cuando los hermanos estaban distraídos.

—Chicos, este es Martin, mi... amigo —presentó Juanjo.

Martin se sentó en el único asiento disponible, junto al hermano de Laura.

—Mucho gusto —dijeron ambos.

Laura era una castaña delgada, pija y todo lo que le gustaba a Juanjo en una chica. Tenía una sonrisa bonita, muy parecida a la de Denna. Su hermano era guapo, con cabello castaño y delgado, con un poco de músculos formándose en sus brazos.

—Qué mono —soltó con ternura Laura, como si se tratara de un niño.

Martin rió falsamente. ¿Acaso todas las amigas especiales de Juanjo tenían que ser tan tontas?

—Y qué guapo —completó su hermano, repasándolo con la mirada.

Juanjo carraspeó—. Hagamos el pedido.

Una vez hecho el pedido, Martin ya quería vomitar, y ni un bocado había probado. No soportaba ver cómo la castaña estaba prácticamente encima del mayor y este no hacía nada para defender su espacio personal.

—¿Perdona? ¿Y este bronceadito, cariño? —Laura acarició los brazos del maño.

Juanjo rió y se miró—. Estuve el fin de semana en la playa —explicó gentil.

Laura se mordió los labios—. Qué ganas de estar en la playa contigo. ¿Sabes lo mucho que me muero de hacerlo dentro del mar?

Martin casi escupe el agua que estaba bebiendo. Lo siento, "cariño", ya lo hizo conmigo, quiso soltar y ver qué pasaba.

Juanjo, en cambio, solo elevó las cejas con asombro—. Quizá algún día...

El vasco frunció el ceño con rabia. ¿Por qué no solo la rechazaba?

—Por cierto Laura ¿Haz estado en Portugal? he oído que las playas por allá son... mágicas. —soltó el vasco mirándola con falso aprecio.

La castaña negó. —No, pero si Juanjo me lo propone...

Su hermano rodeo los ojos y se centró en el vasco —Martin, probablemente no pueda llevarte a Portugal, pero si tú quieres te recibo en Málaga con los brazos abiertos. —le guiñó un ojo con evidente coqueteo. —¿Qué tienen los hombres en Madrid hoy? Martin también lleva su bronceado —completó Didac.

Martin quiso rodar los ojos; se le hacían tan superficiales sus pláticas.

—Estuvo saliendo el sol potente —atinó a responder, ignorando su invitación y mejor se dedicó a contestar los mensajes pendientes en su móvil, algunos haciéndolo reír.

Juanjo lo miró de reojo y comentó en tono irónico—. Menos mal que estás entretenido con el móvil, Martin. No sea que te pierdas algo interesante.

Martin lo miró confundido, pero decidió no responderle directamente. En lugar de eso, siguió hablando con Didac. —No me pierdo de nada, ¿verdad Didac?

Este negó y continuó con la plática.

—Pues a mí me gusta lo que tienen mi hermana y tú: se gustan, la pasan bien y no existe conflicto.

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