XXXI. Ruslana

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Martin se levantó sobresaltado, su móvil no paraba de sonar. Miró a su alrededor, sintiendo que volvía a aquellos días en los que casi todas las noches se quedaba a dormir en los brazos de Juanjo, despertándose acariciado por él.

—¡Martin! ¿Por qué coño no me contestas? Estoy muy preocupada desde anoche, y ahora vengo a tu piso y no os encuentro —gruñó Kiki al contestar su llamada.

¿Por qué hablaba en plural? ¿Dónde estaba Ruslana? ¿Y por qué su corazón empezó a latir más rápido de lo normal?

—Eh, yo no estoy con Ruslana. ¿No se quedó con vosotras en la fiesta? —respondió, tratando de mantener la calma.

—Joder, Martin, estoy asustada...

Juanjo lo miró preocupado al ver su actitud.

—A ver, tranquila, igual que yo, se enrolló con alguien y se le apagó el móvil —intentó aligerar el tema, pero por dentro estaba asustado.

—Intenté llamar a Omar, pero no me coge —dijo Kiki, tratando de calmarse.

—Vale, eh, intentaré llamar a sus amigas del curso.

Nada podía ser peor. ¿Por qué siempre que se enrollaba con Juanjo terminaba en algo malo? Si le pasaba algo a su amiga, no se lo perdonaría.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Juanjo, sentándose en la cama, preocupado.

Martin negó con la cabeza—. Ruslana no contesta. No sabemos dónde está.

—¿Se habrá quedado dormida en otro piso? —trató de buscar una respuesta Juanjo.

El vasco negó—. Siempre duerme en casa, Juanjo —suspiró—. Debí haber estado allí anoche.

—Martin... —soltó Juanjo con pena.

El menor se levantó de la cama, cubriéndose con la sábana—. Siempre tiene que salir algo mal con estos encuentros, Juanjo —bufó, enojado consigo mismo, mientras buscaba su ropa en el suelo y se dirigía a darse un baño.

Martin se mordía las uñas de preocupación, y sus piernas no paraban de moverse debido a la ansiedad de pensar que le había pasado algo a su amiga.

Juanjo quería acercarse a él, abrazarlo y cogerle la mano para tranquilizarlo. Estaba más preocupado por el estado del vasco que por el hecho de que su amiga llevara desaparecida 24 horas.

—No contesta —soltó Kiki al borde del colapso.

—¿Has intentado llamar a su madre? —preguntó Bea, intentando dar soluciones—. A veces, cuando quiero huir, no aviso a nadie y voy con mi madre. Quizá puede ser eso.

Álvaro volvió con agua para los nerviosos.

—¿No conocéis a algún amigo de Omar? Lo más probable es que haya huido con él —susurró Juanjo cerca de Martin.

Sabía que la relación tóxica que llevaba la pelirroja era algo que nadie se había percatado, y si no se había mencionado hasta ahora, él no era quién para traicionar la confianza que Martin le tuvo.

—Hablé con Víctor. Él tiene amigos en común —respondió Martin con la vista perdida.

No era momento de ponerse celoso; necesitaba consolarlo, aunque solo fuera mostrando que estaba ahí con él.

—Chicos, seguro que se ha escapado a unas vacaciones con algún amante. No os preocupéis —intentó aligerar el ambiente el sevillano.

En otra ocasión, Juanjo y Martin hubieran intercambiado miradas cómplices, pero en ese momento Martin no se encontraba en sus cinco sentidos.

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