VIII. Sin sentimientos

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—Wow —soltó Martin agotado mientras trataba de recuperarse después de su largo orgasmo —Había soñado con este momento, cientos de veces. —soltó sin vergüenza alguna. —Pero fue mil veces mejor —se mordió los labios mientras su mirada se concentraba en los ojos del mayor.

Juanjo se quedó satisfecho; pensaba exactamente lo mismo, pero lo único que salió de su boca fue: —Martin, esto no va a volver a pasar —dijo mientras se terminaba de poner su ropa y bajaba de la parte trasera para volver al asiento del piloto.

Martin frunció el ceño —¿Pero cómo? Si a los dos nos gustó, se notó, a ver... —lo siguió hasta sentarse junto a él.

Juanjo frunció los labios —Soy heterosexual, Martin, pero no sé qué me pasa contigo —se despeinó el cabello, frustrado—. Tienes algo que me vuelve loco, me provocas y yo no puedo resistirme —gruñó histérico—. No lo entiendo, pero sabía que esto iba a pasar algún día. Mejor ahora que no hay sentimientos de ninguna parte, ¿verdad? —lo miró cauteloso.

Debía preguntar, después de todo Martin le caía bien, lo había llegado a considerar su amigo, se preocupaba por él y odiaría hacerle daño haciéndole creer que Juanjo sentía algo por él, cuando en realidad no podría corresponderle.

Martin lo tomó de la nuca —Juanjo, fue solo sexo, ¿vale? No estoy enamorado de ti, si eso es lo que quieres saber —respondió con calma, manifestando con su mirada que todo estaba bien.—Entonces... ¿Qué dices? ¿Lo volvemos a hacer? No tiene por qué salir de nosotros dos, que si Ruslana y Álvaro se enteran, no estarán precisamente contentos —añadió Martin con una sonrisa traviesa, levantando una ceja.

Álvaro, lo había olvidado por completo. No había ocupado sus pensamientos ni un solo segundo desde que salió de la casa de su amiga. Si llegase a enterarse de esto, lo odiaría. Había pasado años negando la posibilidad de sentirse atraído por un hombre, rechazando cualquier insinuación de Álvaro y discutiendo acaloradamente cada vez que el tema salía a flote. Y ahora, aquí estaba, después de hacer precisamente lo que había jurado no hacer jamás. Estaba rompiendo todas sus convicciones, dejándose llevar por un deseo que Martin había despertado en él y que no podía seguir ignorando, aunque eso significara traicionar sus propias palabras y las peleas que había tenido con su mejor amigo.

Juanjo asintió serio —Si solo es sexo y no involucramos sentimientos, no veo necesario que alguien se entere. Será nuestro secreto.

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La semana después de su primer encuentro, Juanjo y Martin se dejaron llevar por una aventura incontrolable. Aprovechaban cualquier oportunidad para verse en secreto, siempre asegurándose de que sus amigos estuvieran ocupados con los exámenes.

Ninguno tenía suficiente del otro. Si no era Juanjo enviándole un mensaje preguntándole por su ubicación, era Martin enviándole una foto de su cara pidiendo verse.

En una semana, ya habían conseguido conocer tanto los baños de la facultad de Martin como los de Juanjo. También habían descubierto nuevos lugares como los almacenes donde se guardan las herramientas de Arte y las aulas en reparación de la facultad de ingeniería.

Definitivamente fue una semana muy caótica para los dos.

El viernes llegó, Martin caminaba por el pasillo de su clase cuando se encontró con Lucas.

—¡Hey, wachito! ¿Qué haces por acá? —lo saludó con una sonrisa.

Martin quiso reír, y lo hizo, por la ironía de la pregunta de Lucas, que, por cierto, jamás lo había visto dentro de la universidad, solo por las tardes en el bar en el que trabajaba o por las noches en la discoteca en la que cantaba.

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