XXIV. Portugal

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¿Que si estaban locos? Esa misma noche compraron los billetes hacia Portugal, solo para ellos dos, uno para el día siguiente y para el siguiente a ese. Planeaban un fin de semana como un escape para conocerse mejor.

Martin aprovechó que la pelirroja aún estaba en el concierto para echar unas cuantas prendas de ropa en su mochila y tenerlo todo listo para cuando el mayor lo recogiera al día siguiente a primera hora.

¿Estaban locos? Sin despedirse de nadie ni planificar una excusa para justificar su ausencia durante todo el fin de semana, tomaron el avión hacia su destino, aprovechando el sol de junio y el hotel que administraba el tío del vasco.

Juanjo lo miró con una sonrisa mientras el más bajo saltaba como un niño al pisar el aeropuerto. Al llegar al hotel, Martin alzó los brazos con entusiasmo, mostrando la fantasía que era aquel lugar.

¿Era una locura? ¿O simplemente estaban dejando que el corazón hablara por primera vez y dejándose llevar por sus sentimientos?

Martin pasó sus brazos por el cuello del mayor y lo besó, un beso lleno de ternura y gratitud por escucharlo y hacer algo que lo hacía muy feliz.

—No me dijiste que el hotel de tu tío era tan lujoso.

Martin se encogió de hombros, restándole importancia—. No lo vi necesario.

Recogieron la tarjeta de la habitación que su tío había asignado para ellos.

Cuando llegaron a la suite, quedaron asombrados. Era una suite romántica, con un balcón que ofrecía una impresionante vista al mar. El hotel tenía una playa privada solo para los huéspedes, lo que les brindaba la privacidad que tanto deseaban.

Juanjo no podía dejar de sonreír. Estaba en la playa, en un lugar espectacular, con su persona favorita en este momento de su vida.

Miró alrededor y encontró una botella de champán de cortesía junto a dos copas. Junto a ella, una tarjeta que decía: "Martin, me alegro de que seas feliz y de que aún recuerdes a tu viejo tío. Disfruta mucho este fin de semana. Sabes que todo lo que consumáis tú y tu pareja corre por cuenta del hotel. No os limitéis y que viva el amor".

Juanjo leyó en voz alta, sorprendido por el contenido de la nota.

Martin se carcajeó, divertido—. Tuve que decirle que celebrábamos un año con mi pareja, ¡sorpresa!

El mayor rió y lo abrazó por la cintura—. ¿Y qué se supone que hace una pareja para celebrar su primer aniversario? —preguntó, romántico.

Martin sonrió con ternura—. ¿Podemos? —inquirió.

—¿Jugar a ser novios este fin de semana? —preguntó Juanjo, comprendiendo lo que pedía el vasco.

El de los bigotes asintió, con una mirada suplicante—. Nadie nos conoce aquí...

—Sí, podemos —respondió Juanjo, y lo besó con ternura, para luego cargarlo en brazos estilo nupcial y llevarlo a la cama.

Más tarde, decidieron pasar por el restaurante del hotel para cenar y después irían al bar del pueblo.

—Eres especial. ¿Algún día conoceré a tus padres? —Martin estaba embelesado con la historia de la familia de Juanjo.

—Me gustaría que los conocieras —contestó sinceramente—. Estoy seguro de que te amarían.

Martin frunció los labios con ternura—. Yo quiero que conozcas a los míos y a mis hermanos.

—¿Cómo son ellos?

Esa noche, mientras cenaban, se contaron cosas más personales y familiares por primera vez. Descubrieron que Juanjo era muy unido a su familia, al igual que Martin, y que compartían muchos valores y sueños.

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