V. El after

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—Fuck fuck fuck, this house is so amazing—Chiara, con algunas copas de más, exclamaba asombrada al entrar en el lugar donde empezaría el after.

Bea la miró, divertida y algo confundida —Kiki, literalmente tu casa es igual de grande —rió.

Al entrar, se abría un amplio salón iluminado por luces LED, que reflejaban en las paredes blancas y lisas. La casa, moderna y de diseño minimalista, estaba llena de detalles de lujo. Ventanales de piso a techo dejaban ver un jardín impecable y una piscina iluminada. Unos 20 invitados ya se encontraban allí, algo alcoholizados por no decir demasiado, y disfrutando de la música que llenaba el espacio.

La mencionada también rió —Ya, pero no es tan increíble como esta, ¿de quién es?

—Pues a mí me gusta más la tuya, Kiks —dijo Martin abrazando a su amiga por la espalda.

Kiki lo miró con dulzura —Mi bestie, me alegra que estés aquí, te amo, algún día Rus abrirá los ojos —le consoló.

Martin suspiró. El tema de Ruslana era algo que solo su mejor amiga podía entender. Y aunque esta lo haya vivido más tarde, porque la conocieron al llegar a Madrid, sentía lo mismo que él. Solo con ella, la pelirroja había podido soltarse y admitir que estaba enferma de amor.

Recordó la conversación que tuvo con Juanjo en el baño. Verle la cara con la que lo miraba, como si lo entendiera y se preocupara de verdad por él. Fue la primera vez que sintió que lo miraba a él de verdad, a Martin Urrutia, el chico de 19 años que creció cerca del mar, que velaba por los suyos y por ello escapó sin pensar en nadie más para ayudar a su mejor amiga. No solo veía la imagen que estaba creando para él, alguien despreocupado y descarado.

—¡Naiara! —el grito de Juanjo lo sacó de sus pensamientos y vio cómo una chica de pelo negro se acercaba a él para colgarse de su cuello como un koala. Los celos crecieron en él; daría lo que fuera por estar en su lugar.

—¡Maño! ¿Qué haces aquí? —gritó eufórica la famosa Naiara mientras se ponía de pie de nuevo.

Juanjo sonreía emocionado; nunca había visto esa sonrisa en él antes —Nos trajo Lucas, el tío que cantó...

Naiara se echó a reír exageradamente, todo en ella parecía exagerado —Ya, lo conozco, tenemos el mismo repre, el dueño de esta casaza —mostró, elevando los brazos.

Juanjo abrió la boca sorprendido —Vaya, el mundo es un pañuelo, eh —comentó, mientras su mirada se posaba en el resto de sus amigos.

Martin sonreía falsamente; estaba perfeccionando esa careta, especialmente ahora que tenía que conocer a cada amiga que el mayor presumía.

—Chicos, mirad a esta guapetona, es Naiara, qué bueno que al fin podamos coincidir.

Álvaro se acercó a abrazarla —Guapísima, ¿cómo estás? No te veo desde Magallón —saludó, al parecer conociéndola también, haciéndola soltar una sonrisa de disculpa.

—Ya, ella es de Zaragoza también —explicó Juanjo, específicamente para Kiki y Martin—. Nosotros nos conocemos desde críos. Es cantante de profesión —presumió—. Y le va muy bien.

El resto de sus amigos se presentó y, curiosos por conocer más sobre la vieja amiga de Juanjo que estaba destacando en el mundo de la música, enseguida comenzaron a charlar con ella.

Lucas justo llegaba con unos vasos y una botella que parecía ser de ginebra. —Wanchis, ¿conocieron a Nai? —preguntó.

Los aragoneses, entre risas, contaron desde cuándo se conocían, mostrando una complicidad evidente. Mientras tanto, Martin observaba cómo el grupo se dispersaba en pequeñas conversaciones. Era interesante ver cómo todos se dividían de manera natural, cada uno encontrando su propio rincón para charlar y reír, mientras mantenían una conexión sutil que los unía en la atmósfera animada de la reunión.

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