XI. Un café y una piedra en el zapato

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Kiki llegó con los cafés y encontró a Martin sonriendo de manera boba a su móvil. Ella sonrió inconscientemente con ternura al verlo tan feliz.

—Amor, creo que me estoy perdiendo algo —dejó el café de Martin y empezó a tomar del suyo sin dejar de mirarle.

El vasco bloqueó el móvil y lo dejó boca abajo sobre la mesa, mirando a su amiga con confusión. No entendió a qué venía ese comentario. —Ehm, ¿cómo qué? Yo también estoy perdido —respondió sinceramente.

Kiki rio, aún con ternura. —Ya, estás súper perdido. Tell me more.

—Kiks, te juro que no entiendo —intentó defenderse.

Martin realmente no entendía; su amiga a menudo se enredaba con sus cosas y era muy dispersa con todo lo que sucedía a su alrededor. Ahora lo miraba de manera diferente y no intentaba explicar por qué.

El móvil volvió a vibrar sobre la mesa.

Estaba seguro de que era Juanjo, después de haberle enviado una de sus selfies diarias pidiéndole reencontrarse con mini Jay, y que el más alto respondiera con sus comentarios irónicos que siempre le hacían reír.

Esa mañana le había enviado una selfie sin camiseta, recién despertado, mostrando sus ojos claros bajo la luz del sol que se colaba por su ventana: "¿Faltamos hoy?" había escrito debajo de la imagen. Juanjo le contestó cinco minutos después: "Esos ojos no me van a dar la licenciatura".

—¡Martin, por favor! ¡Estás mirando ese móvil como... ¡you have a silly look!—se indignó señalando su rostro.

Martin rio. ¿Cara de bobo? Estaba exagerando.

—Estás saliendo con alguien y no quieres contármelo —se quejó Kiki—. Ruslana me lo dijo y no quise creerle.

Martin tosió. ¿Ruslana había visto a Juanjo? No podía tener tan mala suerte.

—Kiki, no, no estoy saliendo con nadie —respondió. Después de todo, no era mentira.

Lo que tenía con Juanjo no iba más allá del sexo; habían creado una dinámica que les gustaba y con la que se sentían más que satisfechos. Incluso ya tenían un punto de encuentro concreto, en el que ninguno de sus amigos se imaginaría que estarían.

—Bueno, como digas —Kiki se distrajo con su móvil.

—¿Y tú qué? Desde que conociste a Violeta andas más contenta de lo normal, ¿eh? —le devolvió la broma.

Kiki se sonrojó—. ¡Ay, Marts! —chilló emocionada—. Creo que ella es.

El resto de la conversación giró en torno a la peli negra, quien daba detalles de su nuevo amorío con la amiga de Lucas, dando así por finalizado el tema.

El móvil de Martin volvió a vibrar. Esta vez apareció una foto del pequeño Jay, como Martin llamaba al miembro del aragonés, siendo sujetado por la mano de Juanjo bajo los pantalones. Debajo de la foto una ubicación y el mensaje: "Alguien te echa de menos, tenemos una hora".

Estaba amando esta dinámica.

Cuando llegó al lugar acordado, vio a lo lejos que Juanjo ya estaba allí. Sin embargo, no estaba solo; una rubia coqueta reía a carcajadas junto a él.

No supo si acercarse o no, por el acuerdo que tenían, no sabía si el secreto era solo para su grupo o si lo era para todo el mundo. Era la primera vez que se lo planteaba.

Sintió la mirada del mayor desde lejos y tomó eso como una invitación a acercarse; después de todo, saludar no significaba que se comieran la boca a solas, ¿verdad?

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