XIII. Puertas Exclusivas

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—Maldito libro, en serio, ¿qué necesidad tienen los profes de pedir libros? Si todo lo podemos encontrar en internet —se quejaba su amiga y compañera de clase, Salma.

Juanjo rió, no veía el problema. —A ver, que solo es buscar el libro, y el resumen lo sacamos de internet. Presentamos el libro como evidencia y ya está —intentó calmarla.

—¿Y a ti qué bicho te ha picado? —lo miró con gracia—. Si el que normalmente se ofusca por estas cosas eres tú.

Juanjo se encogió de hombros mostrando indiferencia, pero sin perder la sonrisa.

—Te veo diferente, no sé, como que tus ojos tienen un brillo.

Juanjo carcajeó. —¿Tú crees?

—¿Has vuelto con Denna o qué? —continuó buscando el libro.

A Juanjo se le borró la sonrisa automáticamente. Escuchar el nombre de su ex, teniendo ahora una vida completamente diferente, le hacía recordar todo lo que había cambiado en él.

—Denna sigue en Granada, Salma.

—Entonces dime qué te trae así, que yo también necesito un poco de dopamina.

El más alto quiso decir "Búscate un vasco sin filtro", pero solo atinó a negar con la cabeza y aconsejarle que se echara un polvo. No pudieron hablar más, porque el destino puso el libro que buscaban en manos del maño.

Juanjo no pudo evitar pensar en el despertar tan diferente que tuvo esa mañana. Martin amaneció sobre el pecho de Juanjo, el sol iluminaba su rostro haciéndolo parecer un ángel, su cara transmitía paz y armonía. El mayor, que despertó primero, se quedó mirándolo y analizando cada peca y lunar que tenía, cada pestaña que llegaba hasta su pómulo y sus labios tan apetitosos que eran su debilidad. Con su dedo no pudo evitar delinearlos. Martin abría los ojos poco a poco, tratando de acostumbrarse a la luz del sol, suponiendo que las cosquillas que sentía eran la causa.

—Deja de mirarme así, psicópata —mencionó, ya despertándose, de forma irónica.

Juanjo sonrió. —Todavía es temprano, no tienes que levantarte aún —acarició su rostro.

Martin levantó la mirada y su sonrisa se potenció. —¿Todavía es temprano? —su mirada se volvió pícara—. Eso quiere decir que podemos...

Juanjo carcajeó y le dio un par de golpes en la mejilla de forma divertida. Ese niño no se saciaba nunca.

Y claro, ¿quién era él para negarse a un despertar tan placentero?

—Puedo acostumbrarme a despertar así todos los días —mencionó Juanjo después de su primer orgasmo del día, haciendo reír al vasco.

Juntos se bañaron, se pusieron ropa limpia y se dirigieron a la universidad, donde ahora se encontraba haciendo un ensayo de flotabilidad.

Martin salió de sus primeras clases, necesitaba un café urgente o se dormiría. Al entrar en la cafetería, se sorprendió al encontrar a sus amigos, Álvaro y Chiara.

—¡Mi niñooo! —gritó el chico alto.

El del bigote caminó hacia la mesa y los abrazó en forma de saludo.

—¿Y esa carita, amor? You look so tired —mencionó la pelinegra acariciando su cara.

Martin se encogió de hombros. —No he dormido casi —pensó: 'si supieran cómo y con quién pasé la noche'—. Voy por un café.

Al volver a la mesa con sus amigos, notó la mirada directa de Álvaro sobre él. —Mmm, esa camiseta me suena —lo miró de pies a cabeza.

Martin se miró a sí mismo; llevaba la camiseta de Juanjo. Al despertar y después de bañarse, no quería volver a ponerse la ropa de ayer, por lo que robó una del mayor que nunca se la había visto puesta. Sin embargo, olvidó que tenía amigos que lo conocían desde hacía mucho tiempo.

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