XXIV. No es suficiente

3.1K 215 81
                                    

Martin ingresó cansado, pero no podía quitarse la sonrisa. Abrió la puerta de su casa e intentó no hacer ruido; no quería despertar a su amiga, supuso que ya estaría dormida, y no tenía ganas de dar explicaciones. Dio pasos ligeros hasta su habitación y cerró la puerta tras de sí.

Se lanzó a la cama con pensamientos vívidos, su sonrisa no podía ser más grande porque era imposible, y su corazón latía cada vez más rápido como si quisiera salirse de su pecho.

Quizá había sido un error este viaje, porque definitivamente terminó por aclarar sus sentimientos. Lo amaba, cada parte de su ser lo amaba.

Se quitó la ropa poco a poco, recordando lo bien que Juanjo lo trató en el viaje, lo cariñoso y cuidadoso que fue en todos los aspectos.

—Hola —Ruslana ingresó en su habitación encontrándolo a medio vestir.

Martin la miró sorprendido; al parecer había estado esperándolo—. Rus —saludó con una sonrisa—. ¿Me estabas esperando?

La pelirroja asintió con curiosidad en su rostro—. ¿Dónde has estado, Martin?

El vasco le dio la espalda y se distrajo doblando su ropa; no podía ser tan descarado de mentirle a la cara—. Con Lucas, ya te lo dije —explicó.

—Em, amore, ¿seguro que estuviste con Lucas todo el fin de semana? —preguntó curiosa.

Martin asintió fingiendo seguridad—. Sí, solo pasamos el rato...

Ruslana rió—. Ya, claro, ya veo—señaló su clavícula con un par de marcas de besos.

Martin se puso rojo al instante.

—Mira, sé que no soy la mejor amiga del mundo, pero te noto diferente, y estoy aquí para escucharte —le cogió la mano con una mueca de compasión.

Martin fingió una risa—. ¿Se nota tanto? —soltó sin pensar, asociándolo en Juanjo—. Rus, no pasa nada. Lucas es un buen amigo y no somos nada de lo que te imaginas, ¿vale?

Ruslana asintió y antes de salir de la habitación soltó—. Te quiero, amor, y estoy a cuatro pasos cuando necesites hablar —cerró la puerta.

El lunes llegó y Martin despertó con un mensaje de su compañero de aventuras.

| Ayer, al llegar, metí mi ropa a lavar y aproveché para lavar mis sábanas también.

| Las que puse ahora no huelen a ti, ¿qué hago? No podré dormir.

Tuvo que darse la vuelta y gritar contra su almohada; las mariposas intensas en su estómago se revolcaban de emoción.

Respiró para poder contestar naturalmente y no con gritos eufóricos.

| Bueno, eso tiene solución hoy, pero tendrás que esperar hasta la noche.

Segundos después recibió una respuesta.

| ¿Y para besarte? ¿También tengo que esperar hasta la noche?

Martin esta vez se puso la almohada sobre la cara para ahogar sus chillidos. Se levantó de un salto de la cama y empezó a bailar celebrando, sin poder despegar la mirada del móvil.

Pero luego recordó que con las últimas semanas de clases, sus actividades se intensificarían ya que tenía una obra musical que presentar.

| Esta semana voy petado, solo podré verte por las noches...

Contestó con muchos emojis tristes y corazones rotos; no recibió respuesta.

Al bajar como cada día para tomar el metro junto a su mejor amiga, entre risas tontas, ambos se quedaron sorprendidos.

No Puedes Gustarme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora