XXXIV. Dímelo

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—Solo le dije que no se haga más ilusiones porque no íbamos a llegar a nada —terminó de contar el vasco.

Víctor se estaba haciendo ilusiones y eso no podía continuar. Necesitaba ser honesto, aunque eso lo lastimara. Sentía que le debía esa verdad, y ahora, mientras lo compartía con sus amigas, el peso de esa decisión parecía menos abrumador.

Se encontraban en la habitación de Kiki, como en los viejos tiempos cuando hacían pijamadas en la gran casa, los tres mejores amigos.

Ruslana bufó —Tuviste al tío más guapo de España a tus pies y lo rechazaste...

Martin quiso decir que sí, pero no era exactamente a quien se refería la pelirroja.

—Bueno, el segundo tío más guapo... —se retractó, mostrando su móvil con una foto en la que aparecía ella junto a Juanjo—. ¿No creéis que Juanjo y yo hacemos muy buena pareja?

Martin miró la imagen; sí, hacían buena pareja, no lo podía negar, pero solo imaginarlo le provocaba náuseas.

—No —soltó cortante Kiki—. Para nada...

La pelirroja fingió un puchero —Creo que Juanjo sería mi novio perfecto...

Martin negó con la cabeza esta vez—. Rus, Juanjo solo te ve como una amiga...

Ruslana sonrió con malicia—. Ya, pero nunca he intentado nada en serio. Ahora que él está solo y yo también... Siempre tiene que haber una pareja en los grupos, y en el nuestro no hay.

Martin quiso decir que sí hubo, pero que nunca fueron conscientes.

—No, Ruslana... —insistió Kiki.

Ruslana ignoró a su amiga y mostró su móvil sorprendida—. ¡Juanjo otra vez está de fiesta! No sabía que le gustaban tanto las vacaciones —soltó divertida.

Martin frunció el ceño. Era la tercera vez que salía solo en una semana, y eso lo preocupaba. No entendía su repentino cambio; desde que lo conocía, era bastante responsable en cuanto a las fiestas. Ahora sus stories solo mostraban discotecas diferentes y amigos distintos.

—¡Me ha dicho que vaya! —gritó Ruslana con emoción—. Hoy es mi noche, amigas... —hizo un baile improvisado y corrió hacia el baño a arreglarse.

Algo que también cambió fue que Juanjo había dejado de contestar en el grupo que tenían los seis, y por consiguiente, había dejado de asistir a sus reuniones. Martin estaba preocupado, pero también celoso, después de verlo en la fiesta de fin de curso con cualquiera que se le acercaba y ni siquiera podía mantenerse de pie.

Al cabo de un rato, Rus salió al encuentro de su ex amante.

—Extraño a Juanjo —soltó en un suspiro la pelinegra.

Martin frunció los labios tristemente—. Ya, yo también.

Lo extrañaba, pero no de la misma forma que su mejor amiga. Lloraba cada noche al recordar sus momentos juntos, lloraba al mirar las fotos que se hacían cuando estaban solos, lloraba al volver a ponerse la camiseta negra que había olvidado devolverle.

Lo extrañaba.

—¿Tú crees que entre Ruslana y Juanjo pase algo? —preguntó Kiki con curiosidad mientras se acurrucaba en su pecho.

Martin quiso decir que no, que estaba seguro de que entre ellos solo había una bonita amistad, pero después de ver que la única persona con la que Juanjo seguía teniendo comunicación era la pelirroja, y después de ver cómo consentía sus evidentes coqueteos, ya no estaba tan seguro.

—No lo sé, Kiki —pudo soltar.

La pelinegra hizo un puchero—. No pegan nada, con Denna se veía más centrado —soltó sin dejar de lado su ship.

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