Capítulo 43 ~ Dando su mejor esfuerzo

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— En ve-verdad. Gr-gracias, Riftan.

Riftan bajó la cabeza para besar a Maxi. Cuando ella dio un paso atrás sorprendida, él simplemente se volvió hacia el comerciante.

— Mi esposa está complacida, y llegaste dos días antes de lo esperado. Por eso, te recompensaré con un cincuenta por ciento más del precio que acordamos.

— ¡Es un honor para mí, Lord Calypse! Nos apresuramos día y noche para cumplir con el pedido de su señoría.

Maxi enterró su rostro en la crin de la yegua para ocultar sus mejillas sonrojadas. Mortificada de que Riftan hubiera hecho tal muestra de afecto, miró a su alrededor para estudiar las reacciones de la gente.

Cuando terminó de hablar con el comerciante, Riftan le pasó el brazo por los hombros.

— Subamos a nuestra habitación. Tengo más regalos esperándote.

— ¿Ha-hay más?

Riftan señaló los cofres descargados del vagón.

— Cada uno de ellos está lleno de regalos para ti.

A Maxi se le cayó la mandíbula. Había suficientes cofres para llenar toda una habitación.

— He dado instrucciones a los sirvientes para que los lleven a nuestra habitación. Ven.

Riftan entregó las riendas de la yegua al sirviente y comenzó a caminar hacia el gran salón. Maxi lo siguió a su lado, con pasos tan ligeros como si estuviera caminando sobre nubes. Su ansiedad se había disipado.

— Pe-pensé que estabas o-ocupado reparando las pu-puertas.

— Les he dado mis órdenes. Los caballeros se turnarán para hacer guardia hasta que la nueva puerta esté terminada. Anatol estará a salvo de intrusos incluso sin mí allí.

Maxi había preguntado no porque estuviera preocupada por la seguridad del castillo, sino porque no deseaba impedir que Riftan cumpliera con sus deberes. Pero en lugar de corregirlo, continuó subiendo las escaleras y entró por la puerta abierta del castillo. La luz del sol entraba a raudales por las ventanas, proyectando rayos dorados sobre la alfombra carmesí. Riftan, que había estado caminando a zancadas por el gran salón, de repente se volvió para mirar a Maxi.

— Aún no te he dicho lo magnífico que luce el castillo. Rodrigo me dice que trabajaste día y noche.

Maxi se sonrojó ante el repentino cumplido.

— ¿Te gu-gusta?"

— Por supuesto. Cuando bajé por la mañana, pensé que me había despertado en el castillo de otra persona.

Maxi exhaló un suspiro de alivio.

— No di-dijiste nada, así que e-estaba pr-preocupada...

— No podría detenerme en medio de mi arrebato para cantar las alabanzas del esplendor del castillo ahora, ¿verdad? Además, ¡te acababa de ver en grave peligro! ¿Cómo pude haber notado algo más? Podrías haber dorado estas paredes con oro puro y aun así yo no me habría dado cuenta.

Al ver sus ojos brillar de ira ante el recuerdo, Maxi bajó la mirada. Riftan dejó escapar un breve suspiro y le acarició el pelo para calmarla.

— Pero todo eso ya es cosa del pasado. Vamos a ver tus regalos.

Maxi asintió y lo siguió escaleras arriba hasta su dormitorio, donde los sirvientes estaban ocupados arreglando una pila de cofres de madera. Ludis, que había estado vigilando a los sirvientes para asegurarse de que ninguno tuviera el hábito de robar, se inclinó a modo de saludo cuando los vio.

Debajo del roble ~ Libro 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora