Capítulo 64 ~ Vía de maná

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Maxi miró sorprendido a Riftan. Sin perder el ritmo, Riftan presionó sus labios contra los de ella y le metió la lengua en la boca. Maxi agarró sus gruesos brazos. La sensación de su suave lengua acariciando y provocando su boca hizo que se le erizaran los pelos de la nuca.

Sabía a algo salvaje y estimulante que Maxi no podía nombrar. Mientras empujaba su lengua más profundamente para saborear cada rincón de su boca, su pecho hormigueó. Casi se olvidó de respirar mientras se aferraba a él.

— Ah...

Su gemido febril provocó escalofríos por todo su cuerpo, la aguda oleada de placer encendió un fuego en su cuerpo. Justo cuando estaba rodeando su cuello con sus brazos, sus ojos se posaron en los sirvientes con los ojos muy abiertos que estaban detrás de Riftan. Su corazón se detuvo.

Ella se los quedó mirando tontamente. Las sirvientas evidentemente estaban preparando su comida, ya que se habían congelado en medio de la acción mientras ponía la mesa y encendía las velas. Ahogando un grito, Maxi golpeó la espalda de Riftan.

– ¡R-Ri-Riftan!

Riftan separó la cara de su cuello y miró por encima del hombro. Todavía sosteniéndola con un brazo, se alejó de la puerta con calma.

— Pueden irse si han terminado.

Los ojos de las sirvientas oscilaron entre el rostro rojo ciruela de su señora y el rostro impasible de su señor antes de recobrar el sentido con una sacudida. Maxi estaba segura de que se moriría de vergüenza.

— Qu-que pasen una agradable velada, mi señor, mi señora.

Después de hacer cortésmente su reverencia, salieron corriendo por la puerta, tomando la canasta de gatitos dormidos para que las criaturas no los molestaran. Riftan agradeció superficialmente a las sirvientas, cuyos rostros se habían puesto tan rojos como los de Maxi. Después de cerrar la puerta, continuó prodigándola con besos. Maxi apartó su rostro, con los ojos llenos de lágrimas.

— ¿Có-cómo voy a e-enfrentarlas de nu-nuevo?

— Son sólo sirvientes. No hay necesidad de preocuparse por lo que piensen.

Riftan apartó su mano y comenzó a salpicarle el cuello con besos. Asombrada de que él persistiera después de la humillación que acababa de experimentar, ella lo bloqueó con la mano y apartó la cabeza.

— ¡Tú ca-casi no estás por aquí así que no los ves mu-mucho, pe-pero yo paso to-todo el día con ellos!

— Pero pasas la mayor parte del tiempo con Ruth.

Maxi se puso rígida ante su tono restringido. Riftan se inclinó de modo que su rostro quedó a solo unos centímetros de distancia, con una sonrisa inquietantemente suave en sus labios. Sus ojos oscuros e impasibles le recordaron a una bestia, y el brillo en ellos la hizo estremecerse.

— E-eso no es ci-cierto. Paso mu-mucho más tiempo con las si-sirvientas.

— ¿Es eso así?

— Sí.

— Soy tu esposo. ¿No debería ser yo con quien pasas más tiempo?

— E-eso no es cu-culpa mía.

Después de todo, era Riftan quien siempre estaba lejos del castillo. Aunque Maxi sabía que tenía muchas responsabilidades como caballero y como señor de Anatol, sin darse cuenta había adoptado un tono acusatorio. Ella estudió su rostro en busca de signos de disgusto, pero él simplemente suspiró. Caminó hacia la mesa y la bajó.

— Lo sé. Lo que quiero decir es que como no tenemos mucho tiempo para pasar juntos, me gustaría que te concentraras en mí y solo en mí cuando esté aquí.

Debajo del roble ~ Libro 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora