Capítulo 38. Todo negro.

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...

No se sentía capaz de salir de su habitación... De hablar o de mirar a nadie. No solo por el hecho humillante de lucir una mejilla raspada y roja, sino porque la evidente y feroz voz de su padre hizo que casi todos los que merodeaban su maldita casa escucharan su terrible discusión de la tarde en su oficina.

Pero negarse a asistir a la cena no era opción, advirtió su padre por medio de la cuidadora de cabello largo que le atiende siempre.

Talló sus ojos, sintiendo que ya ardía tal acción.

Era la cena, si, la maldita cena. La que habían anunciado para dar noticias importantes.

Y todos compartían conversaciones bastante obligadas para que el salón no se hundiera en silencio incómodo y frío.

Notaba que Kunikida le miraba de vez en cuando, parecía que quería marcar su mirada en su ser para que le volteaste a ver, apretando su servilleta en la mesa, con ansiedad.

No había levantado la mirada desde que llegó a sentarse, incapaz de comer un solo bocado.

Kyouka parecía consolar pacientemente a Fukazawa, el cual recargaba su brazo en el reposadero de la silla, acunando el puente de su nariz entre sus dedos, con los ojos cerrados en un fuerte ceño fruncido, maldiciendo mentalmente qué el calmante qué corría por sus venas lo quisiera mandar a dormir.

Soltó un suspiro pequeño, escuchando la animada plática que tenían Dazai y Shibusawa, Kunikida miraba Kyouka de soslayo cada vez más y el neurólogo contaba con el congresistas, su última comida ahí con entusiasmo.

Sentía que su cabeza le palpitaba, su garganta le dolía y su cuerpo resentía su malestar en sus piernas.

Miró su vientre por un segundo y sintió una punzada en su interior, de nuevo esa pulsación... sus ojos irremediables se humedecieron.

—Mierda... —Musito, lo suficientemente alto para que la plática se detuviera y le mirasen casi al unísono.

Quería desaparecer.

Quería ir corriendo con Akutagawa y rogarle si era necesario.

Perdón por haberme ido de tu lado.
Perdón por no recordarte rápidamente.
Perdón por despreciarte.

Decidió llevarse un pequeño trozo de vegetal a su boca, mientras escasas lágrimas bajaban de sus mejillas, se estaba quedando seco.
Cada vez le extraña más. Era como si su pecho le gritase que de alguna forma, Akutagawa le estuviera llamando.

Apenas noto como todos regresaban la mirada al plato, incómodos, sin saber qué hacer con su mirada o con su ademanes.

Tragó con dificultad, mientras cerraba los ojos, respirando pesadamente, tratando de controlar los impulsos de seguir llorando.

Escucho como Kyouka le llamaba quedito. Atsushi aún con los ojos cerrados musito un gruñido de en respuesta.

Más no la escucho hablar, pues lentamente el tiempo se detenía en su mente. Sus oídos se taparon con un sofocante y breve sonido.

Ya no chocaban los utensilios unos con otros, ya no se escuchaba la melodía del arpa a sus espaldas, la infernal voz de todos desapareció en cuanto sus pulmones soltaron todo el aire.

Entonces sintió un vuelco en el corazón. Un piquete qué se instaló con fuerza y se esparció lentamente, entumiendo su órgano palpitante.

Por un momento pudo sentir repulsión, una gran repulsión en su pecho.

Akutagawa estaba sintiendo eso.

Quiso abrir los ojos, pues tenía el presentimiento de que al hacerlo, vería frente a él la situación que tanto le estaba produciendo malestar.

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⏰ Última actualización: Jul 05 ⏰

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