Capítulo 6. Prisión

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Se le dificulta respirar.

Volvió a despertar a la pesadilla de realidad que tenía. Todos sus músculos le pesaban, sus huesos crujían más que la antigua camilla en donde se encontraba, su piel le raspaba.

Y es que, sencillamente pasar al rededor de días atado como con lunático a una cama con fajos de cuero negro no era nada bueno.

Era mierda total.

Todo se había jodido tan asquerosamente desde lo que fue la última vez en intentar escapar.

Fue abandonado.

Lo encerraron para pasar meses sólo, atado, con oscuridad, con su cuerpo dañado, alimentado de vez en vez, en una habitación sin ventanas, con las paredes negras y no precisamente porque ese fuera el color de la pintura.

Al principio solía lamentarse por todo lo que hizo mal, por dejar sola a aquella alfa que tanto le había ayudado, por ser tan estúpido, por fallar tanto. Después sólo la conmiseración regresó y comenzó a preguntarse estupideces sin razón, culpando a su alrededor por su lamentable circunstancia.

Llorar.

Recordó ese sentimiento de abandono y no podía no llorar por lo asustado que estaba.
Con soledad eh impotencia, todo bien tallado en su pecho. Entendiendo que todo estaba mal, que no era nada ni nadie para hacer algo por el mismo.

Forcejeo.

Sus músculos estaban dañados al igual que sus ligamentos.
Su labios mordidos y trosados por la fuerte presion de sus propios dientes, ante la furia y tristeza.

Gritar.

Maldijo a todo aquello que se le ocurrió.

Ah Morí, aquel sujeto raro Dazai, a sus compañeros que seguramente ya fueron vendidos, al mundo por ser tan estúpidos.

Ah Chuuya por abandonarlo, aunque, con él siempre se retractaba.

Ah el mismo, por la razón por la que todos lo rechazaron... existir. Así, siempre. Eterno.

Entonces, cuando entendió que sólo lo encerraron y que tal vez tenían intención de dejarlo ahí, se cayó.

Pasó días enteros sin pronunciar una palabra, a tal grado que sus cuerdas se asentaban en saliva. Era así.

¿Cuánto tiempo llevaba ahí? No lo sabía con exactitud, dejó de suponer ya un rato atrás.

Tiempo, Eternidad. Luz azul y amarilla, así, siempre.

Forcejeo por su libertad, pero no puedo contra tres alfas... y después por ser fuertemente golpeado, lo ataron y lo dejaron ahí. Pasó por hambre aún a pesar de estar acostumbrado y es que su alimentación era reducida a dos o tres veces por semana.

Como si quisieran matarlo lentamente.

¿Resignación? Él se mordía a sí mismo cuando pensaba en rendirse, pero no podía evitarlo. Era degradante eso.

Y se puso peor cuando entraba en celo. Cuando conoció el celo.

Un alfa en celo era muy problemático.

-Vamos, chico, ¿No la quieres?- ahora se encontraba atado del cuello y pegado a una pared, enfrente de él, una omega algo mayor, en pleno celo y sometida a una silla. Ella sonreía y jadeaba, parecía disfrutar ver como aquel azabache se ahorcaba a sí mismo por alcanzarla...

Su primer celo había sido horrible, no entendía del todo que era lo que le estaba pasando, pero deseaba con ganas un cuerpo ajeno, y eso le aterra de sobremanera, jamás había gustado de nadie, nunca le llamo realmente la atención eso del enlace, era algo que no entendia y cuando de repente nació en el sentimientos eh instintos irreconocibles para su ser por sexo, le daño fuertemente el orgullo, las sensaciones era nuevas y dr alguna manera se sentía sumamente avergonzado por su propio cuerpo y sus reacciones y eso es algo que el alfa mayor noto y disfrutó bastante, así que, por su poco constante celo, lo atormentada trayendo a él omegas en su calor, los ataba a ambos y ambos casi terminaban asfixiados por el forcejeo.

ESCAPE (AkuAtsu) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora