Capítulo 31

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Entro en la casa solo para detenerme ante el sonido de una melodía inquietante que no reconozco

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Entro en la casa solo para detenerme ante el sonido de una melodía inquietante que no reconozco. Es hermosa, pero está llena de un dolor y una desesperación tan profundos que es casi difícil de escuchar.

Mi corazón late con fuerza cuando entro en nuestra oscura sala de estar, con la silueta de Faye iluminada por la luz de la luna que entra por las ventanas. Lleva un camisón blanco sedoso esta noche y no puedo quitarle los ojos de encima. No es solo la forma en que su cabello largo cae sobre su espalda recta o la velocidad y la gracia con la que se mueven sus dedos, ni es el hecho de que está tocando el piano de mi mamá de una manera que no olvidaré pronto.

Es la forma en que sus ojos están cerrados y su cabeza inclinada un poco hacia atrás, como si se estuviera perdiendo en su música; parece que es la miseria personificada pero no quiere serlo, como si estuviera aferrándose a los últimos fragmentos de su cordura.

Estoy tan cautivado por ella que casi no me doy cuenta de que los marfiles ya no son... marfil. Están manchados con un rojo vibrante, y mi
corazón se contrae dolorosamente.

Me acerco y la agarro suavemente de los hombros, sorprendiéndola. Sus manos se detienen y noto la forma en que tiemblan, con las puntas de sus dedos ensangrentadas. Ella no se gira para verme. En vez de eso, comienza a tocar de nuevo, ignorando sus heridas y mi presencia.

―Detente ―le suplico, arrodillándome detrás de ella.
—Te estás lastimando, Faye.

Envuelvo mis brazos a su alrededor y alcanzo sus muñecas, manteniéndolas en su lugar mientras descanso mi barbilla en su hombro.

―No puedo ―me dice, con la voz entrecortada. —No puedo parar. Por favor, no me hagas parar, Nam Joon. Necesito esto. Necesito... necesito
sentirme viva. Esto es... es todo lo que tengo.

Le doy la vuelta en el banco de su piano para que esté frente a mí, mi mirada baja a sus manos.
Las tomo en las mías con cuidado, estudiando
su piel rota. Debe haber estado tocando durante horas, al menos diez si estoy adivinando correctamente, según sus lesiones y mi propia experiencia personal.

―No ―murmuro mientras levanto su mano a mis labios y beso el dorso, alejándome de las partes que deben doler.
—Eso no es todo lo que tienes, Faye. Me tienes a mí. Dime que necesitas.

Finalmente levanta la mirada para verme, y la vulnerabilidad en sus hermosos ojos azul profundo me deja sin aliento. Se ve desesperada y
rota, y me mata porque sé exactamente lo que es sentirse así. Sé lo difícil que es salir de ese tipo de oscuridad.

Lo que no entiendo es qué provocó esto. ¿Soy yo? Parecía estar bien toda la semana. ¿Mi partida finalmente le dio suficiente tiempo para digerir todo lo que pasó entre nosotros? ¿Yo le hice esto? Si estar atrapada en este matrimonio conmigo ya la está destruyendo, ¿cuánto quedará de ella al final?

UN MATRIMONIO NO DESEADO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora