La respiración del pequeño niño estaba agitada. Le dolían los pies de tanto correr y sentía que iba a vomitar en cualquier momento a causa del flato, pero no podía, no debía detenerse. Si lo hacía, esos hombres malos le harían más daño del que ya le habían hecho.
Todo comenzó cuando Dante fue a comprar algo para comer. De la nada, unos hombres con malas pintas aparecieron frente a él, preguntando por su padre. El inocente niño, sin saber el peligro que corría, respondió que era su hijo. Los hombres se presentaron como prestamistas, diciendo que venían a cobrar una deuda de su padre, quien parecía no encontrarse por ningún lado.
—¿Dónde está tu padre, niño? —preguntó uno de los hombres con voz áspera.
—No lo sé... —respondió Dante, temblando.
—Hace dos semanas que no lo veo.
—¡Mientes! —gritó otro de los prestamistas, agarrándolo del brazo con fuerza.
¿Por eso no ha vuelto a casa papá? pensó para si mismo con tristeza. Dándose cuenta entonces de que su padre había estado escondido todo esté tiempo, evadiendo a los prestamistas.
Intentó explicarles que no tenía dinero y que no sabía nada sobre la deuda, pero no le creyeron. Comenzaron a golpearlo, y apenas pudo escapar mordiendo la mano de uno de ellos. Corría con todas sus fuerzas, pero sabía que pronto lo atraparían, podía sentir sus pisadas a pocos metros de él.
—No dejes de correr, no dejes de correr —se decía a sí mismo en un intento desesperado de darse ánimos.
Miró un momento hacia atrás para calcular la distancia entre él y los prestamistas, cuando chocó contra algo firme, duro pero suave.
—¡Eh, cuidado! —exclamó una voz profunda.
Aleksei miró hacia abajo al sentir algo chocar contra él. Era un chico agitado y totalmente desarreglado. Observó a los hombres que venían detrás del niño.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Aleksei en ruso, con el ceño fruncido.
Los hombres le respondieron en italiano, un idioma que aún no dominaba. Antes de que la situación pudiera escalar, Demian se puso delante de Aleksei, cubriéndolos.
—Entren al auto, ahora. Yo me encargo —anunció Demian con autoridad.
Los hombres se acercaron gritando incoherencias que solo Dante y Demian podía comprender, auqnue Aleksei podía entender palabras sueltas. Con el corazón todavía palpitando de miedo, Dante entró en el auto de Aleksei, quien lo miraba con curiosidad.
¿Qué ha hecho este joven para terminar en una situación tan comprometedora? Se preguntaba Aleksei, intrigado.
Dante estaba demasiado agotado para entender plenamente lo que estaba pasando, pero la seguridad del auto y la firmeza de Aleksei lo tranquilizaron un poco. Aleksei indicó al chofer que se dirigieran al hotel donde se estaban quedando.
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Obligados a amarse
RomanceObligados a casarse por decisión de sus padres, se ven forzados a convivir bajo el mismo techo. La convivencia está marcada por constantes discusiones y enfrentamientos, ya que ninguno de los dos está dispuesto a ceder. Cada encuentro se convierte...