Dante se sentía irritado, por no decir completamente furioso. Había tenido un día de mierda, y todo gracias al miserable de Ben. Lo peor de todo había sido la forma en que Alba, llena de una emoción casi enfermiza, le había contado que ahora salía con él. Por Dios, apenas se conocen, ¿y ya están saliendo? Algo no le cuadraba en esa historia. ¿Y si Ben solo estaba jugando con ella? Sabía lo ilusionada y enamoradiza que era su amiga, siempre dejándose llevar por cualquier chico guapo que le dedicara un par de sonrisas. Dante recordaba las incontables veces que la había visto llorando porque su corazón volvía a estar roto por la misma razón.
Había ido directamente a buscar a Ben apenas escuchó la noticia. Una vez confirmó lo que Alba le había contado, lo agarró del cuello sin pensarlo dos veces y lo amenazó de muerte si llegaba a jugar con ella. Le dejó claro que, si no iba en serio, lo mataría. Punto.
Dante sacudió la cabeza, tratando de eliminar ese recuerdo. Ahora lo único que necesitaba era llegar a casa, ver a Aleksei, abrazarlo y sumergirse en el consuelo de su presencia. Pero cuando entró, un extraño silencio lo invadió. No era lo habitual. Generalmente, Aleksei ya habría corrido a recibirlo, ahogándolo en besos y abrazos.
—¿Amor, estás en casa? —preguntó, esperando escuchar su voz.
Silencio.
¿Quizás la reunión con su padre se alargó? Pensó con una sensación de inquietud que comenzó a crecer dentro de él. Dejó sus cosas en la habitación y empezó a buscarlo por toda la casa: el despacho, las salas comunes... pero no había ni rastro de Aleksei. Finalmente, cuando estaba cerca de la habitación, uno de los hombres de seguridad de Aleksei lo interceptó.
—El señor pidió que no se le molestara, ha tenido un día largo y necesita descansar —informó con tono formal.
Dante frunció el ceño. ¿Un día largo? Conocía a Aleksei mejor que nadie. Sabía que cuando se ocultaba de él era porque quería evitar que lo viera vulnerable. Era su forma de protegerse... pero Dante no entendía por qué. Ya lo he visto en todas sus formas, ya no hay nada que ocultar entre nosotros pensó frustrado.
—Apártate ahora —ordenó con voz firme, su paciencia agotándose.
—Pero el señor...
—Me importa una mierda esa orden. O te apartas o lo haré yo —respondió Dante, amenazante.
El hombre titubeó, y aunque era obvio que Dante no era rival en fuerza para alguien como él, finalmente suspiró y se apartó de la puerta, permitiéndole el paso.
Al entrar en la habitación, Dante vio a Aleksei dormido, abrazado a la almohada que él solía usar. La ansiedad que lo había estado consumiendo todo el día se disipó un poco al verlo dormir tan plácidamente. Se acercó a la cama con cuidado y acarició su cabello suavemente. Sin embargo, algo llamó su atención: había pequeñas manchas en la almohada, y al observar más de cerca, vio que los ojos de Aleksei aún estaban húmedos. ¿Ha estado llorando? Su corazón se encogió de inmediato.¿Qué le hizo su padre? pensó, una ola de furia subiendo por su pecho.
—Todo está bien... ya estoy aquí —murmuró Dante, intentando transmitirle algo de paz, aunque sabía que su propia calma colgaba de un hilo.
Siguió acariciando su cabello, sus hombros, pero cuando sus dedos rozaron su espalda, sintió algo extraño. Confuso, levantó la camisa de Aleksei con cuidado y vio que tenía vendas envueltas alrededor de su torso, algunas manchadas de sangre.
—Dios mío, ¿qué demonios te hicieron? —exclamó en un susurro lleno de rabia.
Ahora entendía por qué Aleksei no quería que lo viera. Se levantó de la cama con determinación y salió en busca de Demian. Lo encontró rápidamente y, sin perder tiempo, lo confrontó, exigiendo saber qué había pasado.
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Obligados a amarse
RomanceObligados a casarse por decisión de sus padres, se ven forzados a convivir bajo el mismo techo. La convivencia está marcada por constantes discusiones y enfrentamientos, ya que ninguno de los dos está dispuesto a ceder. Cada encuentro se convierte...