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Aunque ya era casi las dos de la tarde, Aleksei había sobornado en secreto a los profesores y al director para que no dijeran nada.

El anillo en la mano de Dante no solo captó la atención de sus compañeros, sino también de sus profesores, quienes observaban curiosos la joya que para Dante tenía un peso particular.

 ¿Quizás me pasé? Pensó Dante mirando el anillo que parecía brillar con luz propia, auqnue no era para menos, pues le había costado más de cinco millones, añadiendo que insistió en que sus nombres y fechas estuvieron grabadas.

En clase, distraído, giraba el anillo en su dedo mientras se repetía: Estoy casado. Aunque lo sabía, nunca se había sentido completamente así. Han pasado tantas cosas en nuestras vidas, reflexionaba, nuestra relación siempre ha sido una montaña rusa y, a pesar de todo, nunca lo vi como mi esposo. Pero con esto, ahora sí lo somos. Incluso hemos consumado el matrimonio.

Perdido en sus pensamientos, escuchó un murmullo y asumió que, una vez más, se trataba de él. Odiaba ser el centro de atención, y estaba a punto de esconder la mano que portaba el anillo cuando levantó la vista y vio a un chico parado junto al profesor de matemáticas.

—¡Eh, presten atención! —ordenó el profesor con poco entusiasmo.

—Como seguro ya notaron, tenemos un nuevo alumno. Preséntate.

El chico, que debía tener la misma edad que Dante o quizá un año más, tenía cabello castaño y ojos verdes. Se presentó con entusiasmo:

—Hola, me llamo Benjamín Morel, pero pueden decirme Ben —dijo con un marcado acento francés.

El aula se llenó de murmullos. Las chicas, atraídas por el nuevo y apuesto estudiante, comenzaron a comentar y suspirar. Mientras tanto, Dante observaba el alboroto y se preguntaba por qué tanto escándalo. Contaba los minutos para que las clases terminaran y poder regresar a casa junto a su esposo.

Aleksei, por su parte, estaba cerrando otro de sus negocios e inspeccionando el funcionamiento de uno de sus hoteles. Después, viajó para revisar la publicidad, el estado de las maquinarias de dulces y las grandes bolsas. Satisfecho con lo que vio, decidió que podía regresar a casa un poco más tranquilo. Aunque el viaje tomaría casi ocho horas, llegaría cerca del anochecer.

[• • •]


Durante el descanso, Dante observaba cómo Benjamín se había sentado a su lado e intentaba entablar conversación.

—Entonces, ¿qué te parece esta escuela? —preguntó Benjamín con una sonrisa.

—Es... está bien —respondió Dante, sintiéndose incómodo.

Benjamín parecía un buen tipo: era amable, extrovertido y muy alegre. Dante le respondía a pesar de no tener mucho de qué hablar.

—¿Te gusta algún deporte? —insistió Benjamín.

—No mucho, prefiero la lectura —contestó Dante, sin mucho entusiasmo.

En ese momento, el teléfono de Dante vibró. Decidió sacarlo para leer el mensaje que acababa de recibir:


Gracias por tus chupetones, cariño. Realmente alejaron a muchas damas, y tu regalo parece haberme traído suerte.


—¿Tienes esposo? —preguntó Benjamín, leyendo los pocos mensajes que había entre Aleksei y Dante.

Obligados a amarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora