—Si vas a salir llévate a Ciro o Demian—ordenó Aleksei sacando su cartera y dándole una tarjeta de color negro a Dante.
Dante la tomó con duda, mordiendo su labio, nervioso.
—¿Seguro que no quieres venir?—le preguntó por tercera vez.
Había pasado una semana desde la salida de ambos y su relación se había vuelto tan pasional como candente, como si no pudieran mantener sus manos fuera del cuerpo del otro. Pero aquello comenzó a crear dudas en la cabeza de Aleksei, pues no sabía si Dante tenía sentimientos románticos o si solo era algo meramente carnal, por lo que había empezado a evitar el contacto físico con Dante.
—Lo siento, no puedo, tengo mucho trabajo atrasado—aseguró con más brusquedad de la que pretendía.
—Bueno, está bien, no tardaré, lo prometo—dijo Dante con una sonrisa. Después de mirarlo una última vez, se fue cerrando la puerta.
Aleksei no quería confesar que necesitaba un abrazo, así que volvió su vista al trabajo que tenía pendiente aún. Sin mencionar que había estado madrugando por culpa de las recurrentes pesadillas. Estas eran tan frecuentes que tuvo que dormir en otra habitación al sentirse demasiado pesimista. Aleksei suspiró y dejó los papeles a un lado, levantándose y acercándose a su minibar para servirse una copa de whisky.
—¿Por qué no puedo dejar de pensar en esto?—murmuró Aleksei para sí mismo, frotándose las sienes con frustración.
Se frotó el cabello con nerviosismo. Se sentía un idiota y le daba rabia dejar que aquellas pesadillas y recuerdos del pasado lo atormentaran. Sentía su bilis subir por su garganta y solo se sirvió otro trago, tomándolo con fuerza.
—¡Malditas pesadillas!—gritó, lanzando el vaso vacío contra la pared. El sonido del vidrio rompiéndose resonó en la habitación.
Se sentó en aquella silla mientras escuchaba su teléfono vibrar; otro gasto de no sabía cuánto dinero. No le importaba. Dante se lo merecía. Cada cosa se lo merecía, por su culpa había pasado un completo infierno y quería remediarlo a como diera lugar.
El teléfono vibró nuevamente y Aleksei lo miró de reojo. Era un mensaje de Dante. Lo abrió con manos temblorosas.
Todo bien por aquí. Te extraño.
Aleksei dejó escapar un suspiro, sintiendo una mezcla de alivio y dolor. No supo cuánto tiempo había pasado. El sol ya se estaba poniendo y su estado no había mejorado. Tomó casi la mitad de la botella de whisky antes de dirigirse a la ducha. Se desnudó y dejó que el agua fría lo envolviera, intentando calmar sus pensamientos y emociones.
—Tal vez mañana sea diferente—susurró para sí mismo, cerrando los ojos y dejando que el agua lavara sus miedos y dudas, aunque solo fuera por un momento.
[• • •]
Sentía unas manos subir por su pecho desnudo, pero solo negó, queriendo apartarse.
—No, déjame—murmuró Aleksei, apartando a la mujer que estaba junto a él.
Ni siquiera entendía cómo había podido manejar hasta un maldito lugar lleno de prostitutas. Apenas estaba consciente y solo podía reprocharse haber venido a un lugar así estando tan jodidamente mal. Apartó a aquella mujer y aunque su teléfono vibraba, contestó de mala gana sin mirar siquiera quién era.
—¿Hola?—gruñó, intentando escuchar por encima de la música fuerte.
La música era fuerte y ni siquiera podía encontrar la salida o el baño para poder hablar con quien le estaba gritando en el teléfono.
Aleksei, ni bien vio el cartel de «salida», corrió hacia allí gruñendo por casi tropezarse. Apenas y sabía dónde se encontraba. Dirigió su teléfono hacia su oreja de nuevo para escuchar a quien le hablaba en un tono al parecer preocupado.
Sin lugar a dudas, Dante se había dado cuenta del comportamiento extraño de Aleksei y sentía como si lo evitara, algo que no entendía. Pensó que por fin se estaban entendiendo. Habían pasado días sin poder despegarse y de un día para otro se había alejado. Ya era consciente de los cambios de humor de Aleksei, pero a veces podían ser molestos. Habría querido que saliera de nuevo con él. Quería pasar tiempo con él, quería que empezaran a verse como esposos casados.
Sabía que quizás el público los vería de una forma no apta si llegara a decir que era su marido en público, pero incluso así, no le importaba. Ya había pasado bastantes cosas a lo largo de su vida y lo único que quería era ser feliz para variar. Dante quería poder ayudar al hombre que lo había ayudado y cuidado por tantos años. Por lo que había aprovechado para comprarle algunos regalos. Entre ellos se aventuró a comprar incluso anillos de pareja. Aunque ambos estaban casados, no tenían ni eso. Y ciertamente estaban casados porque así lo figuraba en un papel. Es más, recordaba que ni siquiera quería firmar aquel documento. Pero ahora era diferente, quería que lo fuera.
Pero cuando despertó de madrugada, de nuevo sintiendo la ausencia de su hombre, lo buscó por la casa con preocupación y al no encontrarlo en ninguno de los lugares que solía estar, decidió llamarlo. Al no responder enseguida, la desesperación y preocupación empezaron a apoderarse de él.
¿Y si le ha pasado algo? No, por favor, no dejes que nada le pase, se repetía, dando vueltas mientras intentaba e intentaba llamarlo. Hasta que por fin respondió. Lo primero que escuchó Dante fue música y murmullos.
—¡Aleksei! ¿Dónde demonios estás? ¿Sabes lo preocupado que estoy? ¿Por qué te has ido sin decirme nada?—la voz de Dante sonaba frenética al otro lado de la línea.
—Dante...—balbuceó Aleksei, arrastrando las palabras ligeramente.
—¡¿Estás borracho?!-gritó Dante—¡Me dejaste solo para ir a emborracharte?! ¡Me prometiste que no me dejarías solo! Qué no...
Las lágrimas y el llanto de Dante comenzaron, impidiéndole terminar su frase. Aleksei tuvo que apartar el teléfono para vomitar a un lado, apenas lograba mantenerse de pie. Cuando quiso explicarse, sus palabras eran inentendibles.
—No... Yo... perdóname...—intentó decir, jadeando entre sollozos.
Aleksei tuvo que apartar el teléfono para poder vomitar a un lado. Apenas lograba mantenerse de pie y cuando quiso explicarse, hablaba todo atravesado, haciendo que sus palabras fueran inentendibles.
Parecía que por más cosas que intentara hacer, todo le salía mal. En su desesperación no se dio cuenta de que Dante ya había cortado. Jadeaba mientras apoyaba su cuerpo contra la pared y sollozaba en aquel suelo.
Aleksei jadeaba entre sollozos, teniendo ligeros espasmos inevitables mientras solo repetía lo mismo una y otra vez: «perdón». Dante no le daría perdón.
Tal vez lo eche, tal vez lo golpee, tal vez lo denigre. Siempre fue así. ¿Qué podría ser diferente esta vez? Sintió unas manos en sus hombros y sabía bien de qué se trataba. Solo subió su vista mirando a Dante, pidiéndole perdón prácticamente de rodillas.
—Yo solo quería olvidar... Perdóname...—dijo Aleksei, apenas pudiendo pronunciar palabras certeras por culpa de su ebriedad.
Dante, con lágrimas en los ojos, lo agarró con rabia del antebrazo y lo ayudó a levantarse.
—Vamos, te llevaré a casa-dijo con firmeza, aunque su voz temblaba de emoción contenida.
Ciro apareció en la puerta y ayudó a meter a Aleksei en el coche. Durante el trayecto, el silencio era pesado, solo roto por los sollozos intermitentes de Aleksei.
Al llegar a casa, Dante lo apartó con lágrimas en los ojos, su frustración y decepción evidentes.
—Creí que cumplirías tu palabra, Aleksei. ¿Por qué siempre tiene que ser así?—le dijo con la voz rota.
—Lo siento...—murmuró Aleksei, bajando la cabeza.
—No es suficiente. No esta vez—respondió Dante, alejándose para dejarlo solo con su arrepentimiento.
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Obligados a amarse
RomanceObligados a casarse por decisión de sus padres, se ven forzados a convivir bajo el mismo techo. La convivencia está marcada por constantes discusiones y enfrentamientos, ya que ninguno de los dos está dispuesto a ceder. Cada encuentro se convierte...