Aleksei se subió al coche, cerrando la puerta de un portazo que resonó en el silencio. Su mente era un torbellino de emociones, pero su determinación lo empujaba a seguir el plan trazado. Mientras avanzaba por las calles, la tensión en su cuerpo se acumulaba, los nudillos se le blanqueaban por la presión con la que aferraba el volante. El teléfono vibraba insistentemente en su bolsillo, pero ni siquiera se molestó en mirar la pantalla. No podía enfrentarse a Dante ahora, no cuando sentía que su control se desmoronaba.
Al llegar a su destino, estacionó con precisión milimétrica y salió del coche con una calma que parecía ensayada. Cada paso hacia el edificio se sentía como un avance hacia una confrontación inevitable. Recorrió los pasillos, deteniéndose en cada aula, preguntando a los profesores con indiferencia. En realidad, solo estaba ganando tiempo, tratando de ordenar sus pensamientos.
Finalmente, alcanzó el aula que buscaba. Sin molestarse en tocar, empujó la puerta y entró sin pedir permiso. Los lentes de aviador oscuros ocultaban sus ojos, pero su andar decidido hacia el frente de la clase no dejó lugar a dudas sobre sus intenciones. Los estudiantes lo observaban con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Aleksei no perdió tiempo. Su objetivo estaba claro, y lo localizó en un instante.
El profesor, sorprendido por la interrupción, intentó mantener la compostura.
—Señor Kuznetsov, qué... sorpresa verlo por aquí —dijo, esforzándose por sonar autoritario, aunque su voz temblaba levemente.
Aleksei ignoró el comentario, sus ojos ya fijos en Dante, quien lo observaba con una mezcla de ira y miedo. Dante negó lentamente con la cabeza, su expresión era casi suplicante, pero Aleksei no apartó la mirada.
—Solo vine a buscar a mi esposo —dijo finalmente, quitándose los lentes y clavando su mirada en el profesor.
Los murmullos se extendieron entre los estudiantes. Benjamín, sentado cerca de Dante, soltó un bufido molesto, cruzando los brazos con una expresión desafiante.
—¿Su esposo? —murmuró uno de los estudiantes, lo que provocó una oleada de susurros entre los demás.
El rostro de Dante se encendió, una mezcla de furia y vergüenza lo empujó a levantarse de su asiento de golpe, colgándose la mochila al hombro.
—No tenías que hacer esto —espetó, avanzando hacia Aleksei con pasos rápidos y enfurecidos.
Aleksei se mantuvo imperturbable, aunque su voz adquirió un filo peligroso.
—Siga con su clase, profesor. Tenemos un asunto que resolver —dijo, sin apartar la vista del maestro, quien ahora se encontraba demasiado aturdido como para responder coherentemente.
Benjamín, viendo la escena, no pudo resistirse a lanzar un comentario sarcástico.
—Vaya, parece que el señor Kuznetsov tiene asuntos muy personales que atender —dijo con una sonrisa burlona.
Dante se detuvo en seco, su rabia se dirigió entonces hacia Benjamín.
—Cállate, idiota. Esto no te incumbe —gruñó, su paciencia al borde del colapso.
Benjamín levantó las manos en un gesto de rendición, aunque la sonrisa seguía pegada a su rostro.
—Solo decía... qué apasionado se ve todo esto —comentó, cargando cada palabra con ironía.
Aleksei lanzó una mirada helada a Benjamín antes de dirigirse hacia la puerta, con Dante pisándole los talones, respirando con dificultad por la frustración. Justo antes de salir, Aleksei se giró y le dedicó una última sonrisa a Benjamín, una que no llegó a sus ojos.
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Obligados a amarse
RomanceObligados a casarse por decisión de sus padres, se ven forzados a convivir bajo el mismo techo. La convivencia está marcada por constantes discusiones y enfrentamientos, ya que ninguno de los dos está dispuesto a ceder. Cada encuentro se convierte...