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Aleksei se despertó como solía hacerlo, pero con un dolor en su cuerpo que ignoró mientras trataba de enfocar su vista borrosa. Se sentía tan relajado que eso lo hizo sentirse un tanto extrañado. Miró alrededor de su habitación, viendo que lo único raro era la puerta del baño que estaba abierta.

Aleksei miró el vaso de agua en la mesa de noche, lo agarró y lo bebió con calma. Se levantó, extrañado de por qué estaba sin su camisa, pero lo ignoró y fue hasta el baño, donde el botiquín estaba abierto.

Se quitó los pantalones y se metió directamente a la ducha, exhausto, apoyando su frente contra el azulejo.

Esto es justo lo que necesitaba. Dejó que el agua caliente relajara sus músculos.

Una vez terminó de bañarse, salió para vestirse con unos bóxers y una camisa blanca. No había encontrado a Dante por ningún lado, lo cual lo hizo sentirse un poco mal. Seguramente lo había tratado mal en su inconsciencia.

Espero no haber dicho nada inapropiado. Tomó aire nuevamente para reunir fuerzas y salió de allí para ir directamente a la sala, donde lo encontró.

—Da...—intentó saludar, pero sintió su voz demasiado ronca, como si fuera un viejo.

Dante levantó la vista del plato y lo miró sorprendido.

—¿Aleksei? —dijo, sin poder ocultar su sorpresa.

El nombrado se sintió un poco avergonzado por estar solo con una camisa y en bóxers. Temía que Dante notara el bulto involuntario que se formaba por el tamaño de su miembro. Pero decidió ignorar aquel sentimiento.

Es mi casa después de todo, pensó para sí mismo, intentando no darle importancia a su aspecto y caminó hasta la nevera. 

Sacó leche y la puso en una taza. Mientras lo hacía, notó cómo Dante lo miraba sorprendido al no ser regañado por comer comida basura de nuevo.

—¿No me vas a decir nada? —preguntó, con una mezcla de incredulidad y alivio.

Aleksei sonrió ligeramente.

—Hoy no, Dante. Hoy no.

No esperaba que Aleksei se levantara tan pronto y verlo de una forma tan poco profesional casi le hizo atragantarse, pero tragó con fuerza.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, levantándose del sofá y acercándose a él como si nada pasara y alzó la mano a la frente de Aleksei para comprobar que la fiebre había bajado.

—Ya no tienes fiebre —comentó, tratando de ocultar su alivio.

Al tener su cara y cuerpo tan cerca, recordó sus lágrimas y sollozos, y la forma tan vulnerable que estaba. Sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso y sintió cómo algo más en su cuerpo se alteraba. Apartó su mano rápidamente de su frente y girándose para evitar que Mokosh viera su sonrojo.

Aleksei se preocupó al ver a Dante de esa forma tan extraña, pero no debía preocuparse, aunque quería acercarse sabía que Dante no se lo permitiría y también tenía miedo de ser rechazado, por lo que decidió preparar su desayuno mientras miraba a Dante, quien se apresuró a sentarse y seguir comiendo la comida basura que trajo, pero parecía un tanto ¿Alterado o avergonzado? No podía saberlo con exactitud.

—¿Estás bien? ¿Te enfermé? —preguntó Aleksei con voz profunda y rostro serio, aunque en el fondo se moría de preocupación.

—No, no, todo está bien, solo es... —Dante no supo qué decir más, mientras desviaba la mirada.

Aleksei no dudó en levantarse y acercarse a Dante para verificar, ignorando que el joven le había pedido no acercarse.

—Déjame ayudarte —pidió, pero Dante lo empujó.

Obligados a amarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora