Aleksei nunca solía perder el control... al menos, no de ese modo. Pero últimamente, solo deseaba tener a Dante para él. Sabía que no debía, que no podía permitirse sentir de esa forma, porque Dante era... bueno, Dante era suyo. ¿No?
Sin embargo, sus pensamientos estaban nublados. Se sentía atrapado, acorralado, aunque en el fondo repetía para sí mismo que Dante le pertenecía.
[• • •]
Aleksei estaba sentado en la sala, comiendo una hamburguesa con desgano. Las promesas de llevar una vida saludable se habían esfumado en cuanto le pidió a Demián que hiciera un pedido de comida rápida. Mientras devoraba la segunda hamburguesa, el nudo en su estómago no hacía más que crecer. Ni siquiera la Coca-Cola de medio litro que había pedido había calmado su ansiedad.
El hambre parecía insaciable, pero sabía que el verdadero problema no estaba en su estómago. Era ese chico... ese chico que siempre andaba cerca de Dante. La sola idea de perderlo lo carcomía por dentro. Su mente le gritaba que había una posibilidad real, muy real, de que todo lo que tenía con Dante se desmoronara.
De repente, sintió el estómago revolverse violentamente. Sin pensarlo, corrió al baño y vomitó, aferrándose al váter con tanta fuerza como si en ello se le fuera la cordura.
—Maldito mocoso... —murmuró entre dientes, con el cuerpo temblando.
Quería destrozarlo, romperle la cara y asegurarse de que nunca más se acercara a Dante. Pero... ¿qué podía hacer realmente? Nada. No podía hacer nada.
Escuchó pasos acercándose. El miedo le recorrió la espalda como un latigazo. Dante no puede verme así... no de nuevo, pensó frenéticamente. Cerró la puerta del baño de un tirón y echó el cerrojo. No podía permitirse cometer los mismos errores.
Sabía que, si Dante lo encontraba en ese estado, intentaría consolarlo. Y Aleksei no quería ser una carga para él. Pero sentía cómo, paso a paso, ya lo estaba arrastrando hacia ese abismo del que él mismo no sabía cómo salir.
Al cabo de un rato, cuando dejó de escuchar los pasos, salió del baño con la cabeza dándole vueltas. Decidió que dormiría en otra habitación esa noche. Las pesadillas que lo acosaban no eran algo que Dante debía presenciar. Se sentía débil, pero no podía permitir que lo viera así.
Mientras tanto, Dante estaba inquieto. Sabía que algo no iba bien con Aleksei. Había notado los cambios, las pequeñas señales: la comida rápida en casa, cuando Aleksei siempre había sido tan estricto con la alimentación. Algo lo estaba consumiendo.
Un día, al quedarse en casa, decidió que ya era hora de enfrentarlo. No podía soportar más la distancia que se había formado entre ellos.
Mientras caminaba por la cocina, escuchó la puerta abrirse. Se escondió rápidamente y observó con ojos entrecerrados cómo Ciro entraba con varias bolsas de McDonald's.
—Lo sabía... —murmuró Dante para sí.
Se quedó quieto, observando el nerviosismo de Ciro, quien intentaba deshacerse de las bolsas con premura, como si quisiera ocultarlas.
—¡Quieto ahí! —ordenó Dante, saliendo de su escondite.
Ciro se giró, sobresaltado.
—¿Dante? ¿Qué haces aquí? —preguntó, intentando sonar calmado.
—Esta es mi casa, Ciro. ¿Qué haces tú trayendo comida basura aquí? —respondió Dante con voz firme, sin apartar los ojos de las bolsas.
—Solo... me apetecía algo diferente. ¿Qué tiene de malo? —intentó excusarse.
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Obligados a amarse
RomanceObligados a casarse por decisión de sus padres, se ven forzados a convivir bajo el mismo techo. La convivencia está marcada por constantes discusiones y enfrentamientos, ya que ninguno de los dos está dispuesto a ceder. Cada encuentro se convierte...