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Ese mismo día, Aleksei recibió una llamada de su padre. La voz al otro lado de la línea era fría y autoritaria, convocándolo para hablar en persona. Aleksei no tenía opción; tendría que prepararse para ir a la casa de su padre al día siguiente. Esa palabra, "casa", le resultaba extraña cuando se refería a su padre. Para él, la noción de hogar no existía en ese lugar.

Su padre siempre había sido... malo. Esa era la palabra que Aleksei utilizaba, aunque no abarcaba todo lo que sentía. Lo odiaba, eso era indiscutible, pero había algo más profundo que no quería admitir. A pesar de todo, seguía siendo su padre. Y, por más que intentara desprenderse de esos sentimientos, siempre había una parte de Aleksei que lo odiaba aún más por seguir queriéndolo, por seguir buscándolo, como un niño que espera la aprobación que nunca llega.

Suspiró profundamente mientras miraba el plato de comida frente a él. No tenía hambre. Las verduras y el simple filete le parecían insípidos. Sus pies se movían inquietos, y Dante lo observaba con curiosidad. Aleksei comía de manera apresurada, como si temiera que alguien le fuera a arrebatar la comida en cualquier momento.

—Amor, despacio —dijo Dante con una sonrisa, extendiendo su mano para acariciarle el brazo y calmarlo—. Nadie va a quitarte la comida.

Aleksei tragó bruscamente y su rostro se sonrojó de inmediato, como si acabara de darse cuenta de lo que estaba haciendo. Asintió, respirando hondo, y trató de calmar su ansiedad. Comenzó a comer más despacio, pero su mente seguía atrapada en la inminente reunión con su padre.

Dante lo miró con preocupación, inclinándose hacia él.

—Me dijiste que tenías una reunión, ¿no? —preguntó suavemente.

Aleksei asintió de nuevo, su mirada perdida en el plato.

—Con mi padre —añadió, como si esas palabras tuvieran un peso insoportable.

Dante frunció el ceño; sabía que esa relación era complicada. Decidió no presionar, pero su preocupación creció al ver el evidente nerviosismo de su esposo.

—Seguro que lo harás bien —dijo con tono optimista, intentando distraerlo.

—Yo tengo mucho trabajo de clase atrasado, y además tengo que ir a casa de Sara por un proyecto grupal.

Aleksei dejó de comer al oírlo. No le agradaba la idea de que Dante fuera a la casa de otra persona, y menos por la noche. Aunque sabía que no podía controlarlo todo, la preocupación y los celos lo invadieron.

—¿Dónde es y cuánto tiempo durará esa reunión? —preguntó, llevando el vaso de agua a sus labios, tratando de sonar calmado.

—No está muy lejos de aquí, empieza a las cinco y terminará sobre las ocho —respondió Dante, con un toque de nerviosismo en su voz.

El silencio se hizo entre ellos. Dante sintió que el ambiente se tensaba, pero no dijo nada. Aleksei, después de un largo suspiro, habló de nuevo.

—Está bien... pero ten cuidado. Mantén el móvil siempre encendido. Ciro te llevará y se quedará esperándote hasta que termines. Te traerá de vuelta a casa.

Dante quiso replicar, pero sabía que discutir solo haría que Aleksei se pusiera más firme; tal vez incluso le negaría ir. Se sorprendió de que siquiera le permitiera ir sin más discusión.

—Mientras no esté, será mejor que no intentes traer comida chatarra a casa. Lo sabré.

Dante rió suavemente. Sabía que Amanda y Damien siempre vigilaban la casa por él.

—A veces me pregunto quién es realmente su jefe —comentó Aleksei con una sonrisa apenas visible.

Dante se levantó y se acercó a Aleksei, robándole un suave beso.

Obligados a amarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora