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Aleksei esbozaba una sonrisa sarcástica mientras intentaba explicar su punto de vista. Dante, a su lado, mantenía una fina línea de frustración en sus labios, sintiéndose atrapado en una conversación que ya había empezado mal.

— ¿Qué tal si comenzamos de nuevo? — sugirió el psicólogo, con una voz tranquila y paciente.

 — Mi nombre es Adán Smith, y creo que te llamas Aleksei, ¿Verdad?

— Mokosh, en realidad — replicó Aleksei, con una chispa de desafío en la mirada.

Dante lo miró de reojo, deseando golpear suavemente su frente contra la mesa por la exasperación.

— Bien, Mokosh— corrigió Adán, sonriendo ligeramente, aunque claramente percibía la hostilidad en el ambiente.

 —Cuéntame, ¿Qué te trae por aquí hoy?

—Me trajeron a rastras, en contra de mi voluntad — respondió rápidamente, su tono cargado de ironía. 

Adán levantó una ceja y dirigió su mirada hacia Dante, quien trataba de hundirse en el asiento.

— Además, ahora parece que por hablar perderé la recompensa que me prometieron — añadió Aleksei con un toque de burla.

— Interesante... dices que viniste en contra de tu voluntad, pero también mencionas una "recompensa". ¿Eso no suena un poco contradictorio? — Adán intentó explorar la contradicción con delicadeza.

— No, no, no. Fui sobornado— se apresuró a corregir Aleksei, como si lo que acababa de decir fuera lo más obvio del mundo.

Adán sonrió levemente, intentando no parecer desconcertado, pero la dinámica de ambos empezaba a intrigarle.

— Entonces... estás aquí por el soborno, pero, ¿de verdad no hay nada más que te haya impulsado a venir?

— ¡Exacto! — afirmó, cruzándose de brazos y recostándose en la silla con aire desafiante.

El psicólogo lanzó una mirada curiosa a Dante, buscando alguna explicación. Pero antes de que pudiera hablar, cometió un error.

— Entonces, su hijo...

— ¿¡Hijo!? — interrumpió Aleksei, desconcertado.

Adán señaló a Dante, lo que hizo que este se pusiera rojo de la vergüenza. Aleksei, por otro lado, parecía que estaba a punto de explotar.

— ¡¿Qué dijiste?! — Aleksei siseó, su mirada fija en el psicólogo, como si estuviera calculando la distancia entre ellos para lanzarse a su cuello.

Dante, viendo lo que estaba a punto de suceder, tomó la mano de Aleksei con suavidad, intentando apaciguarlo.

— No es mi padre — explicó Dante, con una calma ensayada mientras mostraba su anillo de bodas—. Es mi esposo.

Adán tragó saliva y tosió nerviosamente, tratando de recomponerse después de semejante error.

—Mis disculpas... — balbuceó, visiblemente incómodo.

— Tranquilo — dijo Dante, apoyando su cabeza en el hombro de Aleksei en un intento de calmar la situación. 

La atmósfera en la sala seguía cargada, pero la furia de Aleksei parecía disminuir al sentir el contacto de su esposo.

El psicólogo intentó recuperar el control de la sesión, aún un poco desorientado.

— Señor Aleksei, entiendo que pueda haberse sentido sobornado o presionado, pero su esposo parece preocupado por usted. Puede que, en el fondo, usted mismo quiera estar aquí... aunque no lo admita del todo.

Obligados a amarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora