32

13 1 10
                                    

Aleksei dio órdenes rápidas y precisas a sus hombres para que cuidaran de Dante, una vez le dieron de alta y regresó a casa. Su rostro reflejaba una preocupación que intentaba esconder tras una fachada de frialdad. Entonces, su teléfono sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Al ver quién llamaba, un sentimiento de incomodidad lo invadió. No tenía opción: debía responder.

—Padre —dijo con tono tenso.

—Aleksei, ¿dónde estás? —la voz de Boris resonó al otro lado de la línea, con ese tono autoritario que siempre lo ponía en guardia.

—Estoy en casa, todo está bajo control —respondió Aleksei, esforzándose por sonar firme.

—Dante está bien, y yo también. No hay nada de qué preocuparse.

—¿De verdad? —replicó Boris con una pizca de duda en la voz.

—He escuchado rumores, Aleksei, y ya sabes cuánto odio los rumores. ¿Qué diablos ocurrió?

Aleksei respiró hondo, tratando de mantener la calma. Sabía que su padre era implacable cuando sospechaba que algo andaba mal.

—Tuvimos... un pequeño inconveniente, pero ya lo solucioné. No pasó nada grave, te lo aseguro —intentó sonar convincente, pero la tensión en su voz era evidente.

—¿Un pequeño inconveniente? —Boris repitió, cargado de sarcasmo—. ¿Y crees que voy a quedarme aquí, confiando en tu palabra? Voy para allá.

Un escalofrío recorrió la columna de su hijo.

—No hace falta que vengas. Te estoy diciendo que todo está bajo control —insistió, desesperado por evitar la confrontación.

—No me hagas repetirlo, Aleksei. Voy para allá. Quiero ver con mis propios ojos cómo está la situación. No confío en que me estés diciendo toda la verdad, y ya sabes cuánto odio ser engañado.

Aleksei apretó los dientes, sabiendo que no tenía otra opción más que ceder.

—Está bien, pero... —intentó hablar, pero su padre lo interrumpió.

—¡No hay peros, Aleksei! Estaré allí en una hora —zanjó Boris con la firmeza que siempre empleaba para acabar cualquier discusión.

—Padre, de verdad, no tienes que preocuparte tanto. Sé manejar estas situaciones —trató de convencerlo una vez más, aunque sabía que era inútil.

—Y yo sé que eres propenso a errores, sobre todo cuando se trata de ese chico. No quiero que se repita lo que pasó la última vez —advirtió su padre de forma severa.

—Quiero que quede claro: tu matrimonio con Dante no te da derecho a poner en peligro todo lo que hemos construido.

El corazón de Aleksei comenzó a latir con fuerza.

—Nunca pondría en peligro nada. Lo estoy haciendo para protegerlo, no lo entiendes —replicó con frustración.

—Oh, claro, tu "protección" —Boris dejó escapar una risa fría y sin humor.

—Siempre usas esa excusa. Pero no me interesa tu justificación; lo único que importa es el resultado. Estaré allí pronto.

Antes de que Aleksei pudiera responder, la llamada se cortó de manera abrupta. Se quedó mirando el teléfono, sintiendo cómo la furia y el miedo se agitaban dentro de él. Pasó la mano por su cabello, consciente de que debía pensar en una excusa convincente antes de que su padre llegara.

—¡Maldita sea! —exclamó, lanzando el teléfono sobre la mesa con un golpe seco.

Pasó su mano izquierda por el cabello, intentando calmarse, pero su mente ya era un torbellino de pensamientos.

Obligados a amarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora