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VARIAS SEMANAS DESPÚES:

Aleksei comenzaba a ser más distante, más frío. Dante lo notó y no tardó en confrontarlo.

—¿Qué te pasa, Aleksei? —preguntó una y otra vez.

—Nada —respondía Aleksei con un tono vacío.

—¡No puede ser nada! ¡Mírate! —insistía Dante, frustrado.

Aleksei sabía que Dante tenía razón, pero ¿Cómo explicarle que su padre comenzaba a controlarlo desde la distancia? Y lo supo demasiado tarde.

Siempre había tenido una relación extraña con su padre, la cual fue cambiando con el tiempo. Cuando era niño, lo veía como su héroe y guardián, ya que lo rescató y ayudó ante todas las atrocidades que la familia materna le infligía. Aleksei se sentía en deuda con él por ello y siempre deseaba complacerlo; anhelaba su aprobación y quería que su padre se sintiera orgulloso de él, por lo que hacía todo lo que le pedía sin objeción.

Sin embargo, a medida que crecía, aquella admiración se transformó en temor y poco después en odio, por intentar arrebatarle lo único bueno que tenía en su miserable vida. Ahora lo odiaba aún más, por querer convertirlo en alguien como él.

Una noche, Aleksei se acostó en su cama, pero no pudo dormir. Se levantó y fue hasta la habitación de Dante, que estaba enojado ante la frialdad de Aleksei, durante esos días.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Dante, molesto.

Aleksei no respondió, a pesar que ya estaba empezando a entender mejor el italiano, todo por su querido y adorado Dante. 

Se acercó al borde de la cama de Dante y finalmente se acostó a su lado, intentando acurrucarse.

—¡No te acerques!—gritó el chico apartándose, sintiendo el suave toque de Aleksei.

—Por favor, Dante —suplicó Aleksei.

Dante no respondió de inmediato, pero su enojo se hizo evidente.

—¿Por favor? Me has estado evitando e ignorando ¿Y ahora debo hacer lo que dices? —cuestionó, mirándolo con enfado y se giró bruscamente dándole la espalda.

Aleksei no respondió a sus palabras o quejas; solo deseaba tenerlo cerca, abrazarlo como antes. Su cuerpo lo pedía como una droga para calmar sus demonios. 

Y así lo hizo, se abrazó a él como pudo a pesar de los insultos y la resistencia del otro.

—¡Suéltame! —gritó Dante, tratando de apartarse.

—No —Aleksei apretó más el abrazo.

—No quiero perderte.

A pesar de toda la droga que le habían puesto, Aleksei podía sentir un poco de sentimientos. Aunque fueran mínimos, era lo suficiente como para que en ese instante solo deseara que Dante dejara de pelear. 

Dante siguió forcejeando hasta que no pudo más y simplemente dejó que Aleksei lo abrazara. En el fondo, también lo necesitaba y lo había echado de menos. Extrañaba el tiempo que siempre le dedicaba y, sobre todo, el dormir con él y la seguridad que eso le hacía sentir.

—Te he echado tanto de menos... —susurró Dante, finalmente dejando salir sus sentimientos.

—Yo también te he extrañado, Dante —respondió Aleksei, atrayéndolo más a él.

—Lo siento mucho.

—No entiendo. ¿Por qué te alejas de mí? ¿Ya no me quieres? —dijo Dante, con la voz temblorosa.

Obligados a amarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora