Aleksei observó cómo Dante salía de la habitación. No quería quedarse solo, así que se apresuró a terminar de bañarse. En su prisa, casi resbaló al pisar el suelo mojado, logrando apenas mantener el equilibrio. Se envolvió en una toalla, después se vistió a toda prisa y salió, siguiendo a Dante como un niño asustado.
Cuando llegó a la sala, lo primero que vio fue a un hombre mayor, con gafas y un portafolio en la mano. De inmediato, Aleksei sintió una oleada de ansiedad. Sin pensarlo, se acercó a Dante y lo abrazó por detrás, apretando fuerte, como si quisiera fundirse con él. Sus ojos se oscurecieron, llenos de desconfianza y miedo hacia el desconocido.
—Aleksei, tranquilo—susurró Dante con suavidad, acariciándole el brazo—. Es solo el médico.
Aleksei, aunque más relajado por las palabras de Dante, no soltó su agarre. Su voz sonó baja y llena de temor cuando murmuró:
—No quiero que me toque...
El médico, consciente de la tensión, trató de acercarse con delicadeza, pero Aleksei dio un paso atrás, sus manos temblorosas apretando aún más a Dante. Cuando el médico extendió una mano, Aleksei casi lo golpeó, su cuerpo reaccionando por puro instinto.
—¡Aleksei, basta!—exclamó Dante con firmeza, pero con una mirada comprensiva hacia él. Sabía que el trauma de Aleksei estaba hablando por él.
Dante decidió detener la consulta. No valía la pena forzar la situación. Mientras Aleksei se distraía mirando la televisión en la sala, Dante vendó su mano, que todavía temblaba por el susto de haber estado a punto de golpear al médico. La noche continuó de forma inusual: Aleksei no se despegó de Dante en ningún momento. No lo dejaba ni siquiera ir al baño solo, y cuando Dante insistía en tener un momento de privacidad, Aleksei simplemente lo seguía.
Al final del día, ya en la habitación, Aleksei se acomodó encima de Dante, como un enorme oso acurrucado en su regazo. Dante intentó levantarse un par de veces, pero cada intento fue en vano. Aleksei lo retenía, necesitándolo cerca. Finalmente, Dante desistió y se quedó con él, acariciándole la cabeza para que se calmara.
Por la mañana, Aleksei despertó y, al no sentir el peso cálido de Dante bajo él, entró en pánico. Se levantó de la cama rápidamente y corrió al baño, resbalando de nuevo sobre el suelo mojado que había dejado la noche anterior. Esta vez no pudo evitar caerse, pero cuando alzó la mirada, vio a Dante sentado en el váter, mirándolo con una mezcla de sorpresa y diversión.
—¿Estás bien?—preguntó Dante, entre risas, mientras se levantaba rápidamente para ayudarlo.
Aleksei, sonrojado pero visiblemente más tranquilo, lo levantó con facilidad y lo abrazó con fuerza, como si necesitara reconfirmar que Dante estaba ahí, que no lo había dejado.
—Tranquilo, gigante—bromeó Dante, pasándole una mano por el cabello desordenado de Aleksei—. No voy a desaparecer, ¿vale?
Aleksei cerró los ojos, relajando los hombros mientras disfrutaba de las caricias de Dante. Aunque no expresaba mucho con palabras, era evidente que todo ese contacto físico lo mantenía aferrado a la realidad, evitando que cayera de nuevo en el abismo emocional del que tanto le costaba salir.
Ese día, Dante se aseguró de mimarlo tanto como podía. Insistió en que Aleksei tomara un día completo de descanso, sin pensar en el trabajo ni en las preocupaciones. Aleksei, aunque no solía ser el tipo de persona que disfrutara de la inactividad, pasó el día en el sofá, viendo películas bajo la atenta mirada de Dante. A pesar de que el comportamiento de Aleksei era excesivo, buscando constantemente el contacto físico, Dante no se quejaba. Sabía que lo necesitaba, y eso era lo que más le importaba.
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Obligados a amarse
RomanceObligados a casarse por decisión de sus padres, se ven forzados a convivir bajo el mismo techo. La convivencia está marcada por constantes discusiones y enfrentamientos, ya que ninguno de los dos está dispuesto a ceder. Cada encuentro se convierte...