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Aleksei empujaba a la gente, abriéndose paso con dificultad.

—¡Avísale a Ciro que busque cerca de los casilleros! —gritó Mokosh a Demian por encima de la música que retumbaba en el lugar.

Antes de lo esperado, Aleksei llegó a una parte del bar que parecía más un prostíbulo. Había una tarima donde un hombre con micrófono presentaba a varias personas. Aleksei tragó grueso; no había ido por eso. Estaba buscando a Carter. No debía detenerse, pero se quedó observando, esperando encontrar a ese idiota para obtener lo que quería.

Qué mejor manera que esta. Carter era un hombre que sería capaz de vender a sus propios hijos por dinero, no le importaba traicionar a quien fuera; comparado con Ángelo, este último se vería como un ángel.

Al no encontrar lo que buscaba, fue hasta donde estaba Demian y ordenó:

—Pide más gente para que los distribuyamos y busquemos por todos lados.

Aleksei suspiró y sacó su móvil para hacer más llamadas. En ese momento, notó que recibía una llamada, pero no tuvo tiempo de atenderla cuando escuchó algo que lo dejó helado.

—¡Acérquense, damas y caballeros! ¡Hoy tenemos una gran mercancía! —anunciaba el presentador.

Mokosh se giró lentamente al escuchar la voz de Carter. No dudó en girarse por completo, soltando el teléfono al sentir un pitido en su oído.

Aleksei se quedó inmóvil, mirando el rostro que veía cada mañana, el mismo que aún le hacía sentir algo.

—N-no... no es posible... Tú estás en casa —susurró Aleksei, sus manos temblaban al ver aquel rostro surcado de lágrimas.

No quería verlo así, no quería ver a su pequeño así.

Aleksei se tensó de pies a cabeza. Estaba paralizado, pero al ver a un hombre de tez morena y canoso ofreciendo bastante dinero por su más grande tesoro, el enojo comenzó a hervir en él. Se contuvo y decidió acercarse, ignorando todo y simplemente subiendo a la tarima. Arrebató el micro de las manos de Carter y lo lanzó al suelo; el micrófono hizo un sonido ensordecedor que provocó las quejas de los presentes.

—¡¿Qué demonios crees que estás haciendo, maldito bastardo?! —reclamó, a duras penas conteniendo su ira para no abalanzarse sobre él y darle un puñetazo.

—¿Qué más crees que hago? Estoy trabajando, como puedes ver, amigo mío —dijo con calma, escondiendo en una sonrisa los nervios que sentía al ver a Aleksei frente a él.

—No puedes tener a este chico, Carter, él es mío —soltó, desconcertando a todos, incluido Carter, cuyo rostro pasó de temeroso a divertido.

—Vaya, vaya. Siempre estuviste en desacuerdo con mi negocio, pero resulta que eres peor, incluso que yo. ¿Quién es el depravado ahora? —dijo Carter con una voz y sonrisa burlona.

Mokosh se sintió ofendido porque lo comparara con alguno de sus asquerosos clientes que compraban personas como si de arte se tratara. Nunca se consideró un santo, pero el tráfico de personas era algo que no toleraba y que, si fuera por él, ya habría acabado con todo eso.

No tenía tiempo para las estupideces de Carter; solo quería sacar a Dante de este antro y de la mirada depravada de la multitud. Aceleró aún más las cosas.

—Dame tu precio. Lo que sea que quieras, te lo daré. Dinero, oro, no importa, siempre que lo dejes ir —ordenó Aleksei, con la quijada tensa y la voz profunda.

Carter, el hombre de cabello negro y ojos verdes, vestido con un elegante traje, sopesó las opciones. Se dio cuenta de que aquel chico era importante para su deudor y estaba dispuesto a sacar todo lo que pudiera a cambio.

Obligados a amarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora