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No sabía cuánto tiempo había pasado, pero tampoco le importaba. A pesar de seguir sintiendo el dolor en el pecho, este se había aliviado considerablemente gracias a las palabras y caricias de Dante.

Aleksei había logrado calmarse, y ahora estaban en su cama, donde se aferraba a Dante sin intención de soltarlo. Aunque lo estaba aplastando con su peso, lo hacía para asegurarse de que no se fuera. Y aunque Dante insistiera en que necesitaba ir al baño, Aleksei lo rechazaba, consciente de que su verdadero deseo era marcharse al colegio.

—Alekséi, en serio, necesito ir al baño —insistió Dante, con una mezcla de cansancio y paciencia en la voz.

—No —respondió Aleksei con firmeza, abrazándolo con más fuerza.

—Si te dejo ir, no volverás. Te irás al colegio y me quedaré solo.

—No quiero seguir acumulando faltas, no quiero suspender, ya bastante manía me tienen los profesores—intentó una vez más convencerle ñ.

—Sobornaré al director —susurró Aleksei, su voz débil y quebrada mientras acurrucaba su rostro en el hueco del cuello de Dante, quien suspiró con cansancio.

—Alekséi, no puedes sobornar al director cada vez que quieres que me quede contigo —respondió Dante, aunque una sonrisa divertida asomaba en sus labios.

—Además, sabes que tarde o temprano tengo que volver.

—Lo sé, pero no ahora —murmuró, cerrando los ojos y aferrándose aún más a Dante.

Dante suspiró, resignado. Sabía que no había mucho que pudiera hacer para convencerlo en ese estado. Por lo que siguió acariciando su abundante cabello castaño oscuro.

Las caricias en su cabello lo relajaban profundamente. 

Para Dante, darle un abrazo a Aleksei era peligroso, porque sabía que, una vez abrazado, no lo soltaría en todo el día. Y ahí estaba, luchando por liberarse del abrazo de alguien que pesaba más de 80 kilos.

—¿Qué haré con este grandullón? —murmuró Dante, suspirando mientras acariciaba la espalda de Aleksei y llenaba de tiernos besos su frente y cabello.

Se preguntaba cuál de los dos era el adulto y cuál el niño en ese momento. Debería estar molesto y enfadado, debería haberlo reprendido por su comportamiento de anoche, pese a que ya lo había calmado. Pero ahí estaba, atrapado en el abrazo de un titán que se le había pegado como un chicle.

—El director siempre parece a punto de hacerse pis en los pantalones cada vez que te ve —comentó Dante riendo.

Sintió el cuerpo de Aleksei temblar, y por un momento pensó que estaba a punto de llorar de nuevo, pero al escuchar una suave risa en su cuello, su corazón, que había comenzado a acelerarse, se calmó.

—Me alegra verte reír, aunque sea un poco —dijo Dante, susurrando cerca del oído de Aleksei.

—Gracias por quedarte —respondió Aleksei en voz baja—. No sé qué haría sin ti.

Dante volvió a suspirar y continuó acariciándolo, dándole todo el calor y cariño que necesitaba. No supo cuánto tiempo pasó antes de quedarse dormido de nuevo en sus brazos.

Dante despertó horas después, y al mirar el reloj, vio que ya era de madrugada. 

¿He dormido todo el día?

—parezco una embarazada—Comentó Dante y miro a su lado.

Aleksei roncaba suavemente a su lado. Con esfuerzo, mucho esfuerzo, y cuidando de no despertarlo, se levantó. Necesitaba darse un baño, pero no quería dejarlo solo por si volvía a tener otra pesadilla. Por lo que en vez de ir a su habitación, decidió usar el baño de la habitación de Aleksei.

Obligados a amarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora