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Aleksei miraba sus papeles, resúmenes e informes de ausencias de ciertas personas. Aleksei miro a un lado cuando sintió el suave toque de Dante en su nuca. 

—¿Estás bien? —preguntó Dante, preocupado.

—Sí, solo un poco abrumado —respondió Aleksei, sonrojado.

Leyó algunas hojas más mientras Dante acariciaba suavemente su cuello, haciéndolo enrojecer aún más.

—¿Por qué te pones así? —Dante sonrió, divertido.

—No lo sé, tal vez es tu culpa —Aleksei bromeó, tratando de ocultar su vergüenza.

—¿Mi culpa? ¿Qué he hecho yo? —Dante levantó las manos en un gesto de inocencia.

—Nada, solo... —Aleksei suspiró—. Me haces sentir como un adolescente.

Dante rió y se acercó más, susurrándole al oído:

—Eso no es algo malo, ¿o sí?

Aleksei no respondió, auqnue si le sonrió, pero el joven chico notó su rigidez. intentó distraerlo, dándole mimos y caricias de vez en cuando.

Pero a pesar de que Aleksei las correspondía, Dante seguía notando su tensión, como si dudara o su mente estuviera en otro lugar. Inocente a las preocupaciones del hombre, creyó que se debía a la última visita con su padre.

—¿Te gustaría salir un poco? —propuso Dante de repente.

Sorprendido, Aleksei levantó la cabeza.

—¿Salir? —preguntó, arqueando una ceja.

—Sí, quiero decir, la ropa que tengo ya me está viniendo pequeña. Pensé que podríamos ir a comprarme algo —Dante tartamudeó, nervioso.

—¿Comprar ropa? —Aleksei sonrió—. Siempre compramos en línea, ¿Lo has olvidado?

—Ya lo sé, pero... quiero comprarte un regalo. —Dante lo miró con timidez—. Y pensé que sería bueno salir juntos.

Aleksei lo observó durante unos largos segundos.

—Está bien, Dante —dijo finalmente, dejando los papeles a un lado y poniéndose de pie—. Necesitamos un descanso ambos.

Los ojos de Dante se iluminaron y corrió a buscar su chaqueta.

—¿A dónde te gustaría ir primero? —preguntó Aleksei mientras se preparaba para salir.

—Podríamos ir a un pequeño café, lo vi cuando iba mis clases, cerca de él hay también hay un grsn parque natural.

Aleksei asintió, tomando la mano de Dante mientras salían juntos. La luz del sol y el aire fresco parecían aliviar parte de la tensión acumulada.

—Supongo que no ha estado mal esto de salir —dijo Aleksei, sonriendo suavemente—. Necesitaba esto más de lo que pensaba.

—Me alegra haberte convencido —respondió, entrelazando sus dedos con los de él—. A veces solo necesitamos un cambio de aire.

Mientras esperaban su pedido en el café, Aleksei se permitió relajarse por completo.

—Este lugar es encantador —comentó, mirando a su alrededor.

—Sabía que te gustaría —Dante sonrió—. Siempre he querido compartirlo contigo.

Pasaron un rato charlando y riendo juntos. La alegría de Dante comenzó a contagiarse a Aleksei, quien se sintió más ligero de corazón.

—Quiero mostrarte un lugar especial —dijo Dante, guiando a Aleksei hacia un rincón tranquilo del parque.

Allí, Dante lo miró con nerviosismo.

Obligados a amarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora