And heaven know's i'm miserable now

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— ¡En garde!

Bianca se encontraba practicando en el salón de esgrima imaginando que se enfrentaba a un oponente invisible.

El recuerdo de competencias pasadas hizo que olvidará por completo la idea de abandonar dicho deporte que demostraba tanta elegancia y precisión.

Sus movimientos eran fluidos y calculados, cada golpe, cada movimiento demostraba la pasión que dejaba en el escenario.

Desde lejos escuchaba los gritos y aplausos del público felicitándola por su gran hazaña, venciendo a diferentes alumnos de diferentes academias, dejando en alto a la suya. Solo existía un ganador y ese ganador debía ser ella.

No podía fallar en lo único que era buena, tantos años practicando para simplemente ¿perder? Esa palabra no existía en su diccionario, perder solo significa fracaso y ella no estaba dispuesta a conformarse con un "tercer lugar", ser conformista no iba con su ritmo de vida.

De repente, Bianca se detuvo para quitarse la careta permitiendo que el aire fresco tocara su rostro sudoroso, admirando el salón vacío, sintiendo una vibra distante.

Con un suspiro se preparó para un último asalto colocándose nuevamente la careta, buscando la posición correcta.

Cerró los ojos y la batalla comenzó en su mente, cada movimiento era preciso y mortal. Armaba una coreografía que si cualquiera lo viera quedaría perplejo ante ello.

El sonido del acero resonó una vez más, el choque de las hojas llenando en salón con un eco metálico. Un duelo solitario pero para Bianca era la muestra del verdadero arte, era dejar todo en el campo de batalla.

La sirena no bajaba la guardia, cada estocada era una pregunta, cada parry era una respuesta. La danza continuó, una sinfonía de movimiento y sonido.

Finalmente, agotada pero con una sonrisa llena de satisfacción, Bianca bajó su espada retirándose la careta para poder beber un poco de agua sin imaginar que al darse la vuelta se encontraría con Xavier quien empezó aplaudir desde el marco de la puerta.

— ¡Bravo! —exclamó el chico aplaudiendo cada vez más fuerte.

— ¡¿Carajo, en qué momento llegaste?! —la sirena se llevó ambas manos a la cara— maldita sea casi me matas del susto, ¿Qué haces por aquí a estas horas?

— No eres la única que suele madrugar en esta academia.

Xavier se acercó hasta donde se encontraba su compañera para entregarle una botella de agua.

— Gracias... -dijo Bianca abriendo la botella para empezar a beber con calma— yo... ¿cómo sabías que estaría aquí?

— Te conozco y se que tu lugar favorito solía ser este ya que siempre te ha gustado practicar esgrima. —Xavier se sentó en el suelo esperando a que Bianca hiciera lo mismo.

— Entonces eso quiere decir que me buscaste... —la sirena se acomodó a lado de su compañero que ahora la miraba directamente a los ojos.

— Tal vez.

No pudo evitar sonrojarse lo que ocasionó que Xavier empezará a burlarse de ella.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué te pones así? ¿No se supone que los amigos también se tratan con cariño?

— Ush, cállate.

Con su codo golpeó el brazo de Xavier quien soltó un gemido de dolor, aunque solo estaba fingiendo.

— Okey ya dejando de bromear... la verdad me alegra que hayas regresado. —el chico le dedicó una cálida sonrisa que hizo que Bianca se sintiera en confianza.

Everlong - wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora