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Jimin tuvo que salir corriendo, tropezando con el doblez de una moqueta, en dirección al baño. Se inclinó en el inodoro y vomitó. Tiró de la cadena y obserbó pesaroso el desagüe por el que se fue el montadito de jamón y queso de hacía una hora, y no sólo eso, también la poca dignidad que le quedaba.

Porque cuando eliminó los últimos mililitros de alcohol ingeridos, este no abandonó sin dejar huella: un estómago machacado y un montoncito de recuerdos bochornosos. Calientes también, pero de esos que era preferible que no hubiesen ocurrido. Porque cuando el sopor del alcohol abandonaba la habitación, volvían a llamar a la puerta todos esos asuntos pendientes y persecutorios a los que se les daba la patada, y esta vez venían más fuertes o se añadían más, dependiendo de a qué nivel de humillación hubieses llegado mientras estabas como una cuba. Lo que nunca hacían era desaparecer.

Y en el caso de Jimin estos habían regresado con amigos nuevos.

Se echó agua en la cara y las escenas en el baño de hacía apenas unas horas volvieron como cientos de flashes en la alfombra roja de los famosos.

Tenía dos sentimientos opuestos en una intensa lucha sobre cuál era más fuerte: por un lado, había jugado al mismo juego de Yoongi, aunque este por ahora no lo sabía. Un golpe indirecto con su misma moneda que le había dado un chute de orgullo propio, un "Aquí estoy Yoongi, yo también puedo pasármelo bien y no me importa lo que hagas tu".

Además se había sentido potente, bello... Consciente una vez más de las miradas que atraía. No quería ser vanidoso pero la realidad era la que era: Jimin sabía que podía elegir casi a quien quisiera, que tenía un poder de atracción importante, ya fuese por su físico deslumbrante, ya fuese por esa actitud suya, entre chulesca, divertida e incluso infantil y caprichosa, que a muchos les resultaba adorable. Podía encandilar a cualquiera, incluso a Hoseok, que supuestamente no le caía en gracia.

Por otro lado, no estaba seguro de querer que Yoongi se enterase de esto. Probablemente lo hiciese y algo en su cerebro le hiciese clic por fin, la conexión entre sus neuronas que faltaba, la que le hiciese asentar un poco la cabeza y dejar de jugar con las personas como si fuesen fichas de ajedrez que mueves a tu gusto. Pero no estaba seguro de si ese clic iba a ir en favor de Jimin.

Aquella sensación de control de anoche, que no era más que un espejismo; esa salida de emergencia a su frustración, ese falso alivio, ahora parecía un colchón de pinchos bajo su cuerpo. Los besos de Hoseok, una carga pesada a sus espaldas.

Aunque no tenía por qué, Jimin sentía sutiles pero constantes punzadas llamadas traición y arrepentimiento: porque quizás Yoongi y él tendrían que haber sido más claros, tenido una conversación, antes de irse con otras personas, y porque al final Jimin había actuado sobre todo por despecho, y eso le parecía el acto más infantil del mundo, impropio del tipo de madurez de la que él se había vanagloriado muchas veces. Y la guinda del pastel es que lo había hecho con Hoseok, el supuesto amigo/follamigo/pareja abierta, qué sabía él, de Yoongi, lo cual empeoraba las cosas.

Algo en su fuero interno le decía que aquello le iba a alejar del músico; que esa noche había trazado una línea de separación entre lo que tenían antes y lo que tendrían a partir de ahora, si es que llegaban a tener algo. Y aunque realmente era lo que le convenía, no podía evitar sentirse apenado, enfadado y sobre todo vacío, como una planta a la que le cortan las flores y le niegan el agua.

Yoongi

"Más de 24 horas y no me has contestado nada. Agradecería un insulto, al menos. Lo típico... ¿Estás bien?"

Parecía que el día no le había machacado lo suficiente.

No, no estoy bien.

Simplemente dejó el móvil en la mesita de noche, replegó sus ramas desnudas y se ocultó bajo las sábanas.

Burn it || Yoonmin || (EN EMISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora