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Las gotitas tibias parecían perlas entre sus pestañas, cayendo luego en riachuelos por la superficie de sus pómulos, pendiendo un momento de sus labios antes de discurrir por el cuello, clavículas, torso y perderse en la explanada blanca que era su abdomen y las columnas estrechas de marmol de sus piernas, confluyendo en un pequeño charco a sus pies, para desaparecer después por el orificio de la cañería, deseando que con ellas marchasen también esas nuevas y poco bienvenidas sensaciones, deseando también que quizás el agua cayendo del grifo limpiase lo suficiente su cabeza como para hacerle olvidar lo que había hecho. Con besarle otra vez no había conseguido más que darle a entender una especie de dependencia, un afán de persecución o de hacerse notar. Y él no dependía de Jimin, ni le odiaría por tener ese maldito talento que le separaría del grupo (y de él). No le necesitaba cerca.

Me calientas... Y ya. No te necesito más que para follar, por muy espectacular que seas.

Miró hacia abajo, hacia su cuerpo blancucho en remojo bajo el grifo de la ducha. Le había besado y ni siquiera había tenido apenas una erección. Era cierto que el otro le había echado el freno rápido, y de no haberlo hecho, la mecha se habría encendido en cuestión de segundos y sí, le habría montado hasta que olvidase su nombre, porque hasta hoy no había pensando apenas en otra cosa, pero la realidad era que le había besado sólo porque quería hacerlo, sin expectativas de ir a nada más. Le había besado porque su sabor aún permanecía en algún punto entre sus recuerdos, y era un sabor demasiado meloso y atrayente como para no sentirlo de nuevo. Le había besado por necesidad de sentir su aliento contra su boca otra vez. Le había besado porque por un momento se había visto tan angelical, que el hecho de besarle lo había percibido como un deber. Como un devoto ante su Señor, al que se acerca y le besa los pies. Pero no se trataba de eso ahora; los milagros y bendiciones eran para otros.

Yoongi se asomó un momento tras la cortina grisácea y, echando un ojo, comprobó que no había traído una toalla. Resopló.

-¡Eh! ¡¿Me traéis una jodida toalla?! -Esperaba que le oyesen los otros, aún con la puerta cerrada.

-¡¿Qué?! -Parecía Namjoon.

-¡Traedme una toalla!

Vale!

Unos segundos después, fue Hoseok el que apareció por allí con una toalla negra.

-Toma. -Apartó un poco la cortina, alcanzándosela a Yoongi.

-¿Una toalla negra?

-Creo que es de ese emo mocoso. Jungkook. -Hoseok echó una ojeada al cuerpo húmedo del pelimenta, y su sonrisa lo dijo todo.

-Gracias. Ahora largo, no me mires así. -Yoong cogió la toalla y la dejó colgada sobre un soporte metálico, antes de dar la espalda al guitarrista.

-¿Seguro? -Hoseok torció su cabeza, con una mano apoyada en la pared humedecida de la bañera y sus dientes mordisqueando su labio inferior.

-Seguro. -Y el pelimenta cerró la cortina de nuevo.

Hoseok no pudo hacer más que elevar las manos, resignado. Iba a salir del baño, ya había cogido el pomo, cuando el móvil de Yoongi, apoyado en el mueble del lavabo que pegaba con la puerta, vibró.

En la pantalla apareció la notificación.

-Jimin

Burn it || Yoonmin || (EN EMISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora