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Aquel primer viaje en moto de Jimin había sido más emocionante de lo que pensaba. El viento azotando su ropa y las luces de la ciudad discurriendo a toda velocidad, creando estelas anaranjadas, antes de poco a poco ceder el paso a eternas filas de árboles que, por la estación del año, ya empezaban a desnudarse, dejando una alfombra de hojas secas a sus pies. Lucecitas aquí y allá, provenientes de las contadas casas que había alrededor, moteaban el paisaje. Estaban a las afueras de la ciudad.

Jimin se bajó de la moto con los muslos algo agarrotados. Hoseok, sin embargo, se bajó de forma relajada, como si acabase de llegar de un paseo en barca.

Estacionó la moto a la entrada de un camino de piedra que llevaba a una espectacular casa individual, tan original como ostentosa. La fachada se dividía en 2 mitades: una estaba coronada por un tejado negro e infinito que terminaba a poca distancia del suelo, con paredes forradas de ladrillo. La otra mitad, un tejado plano de tejas del mismo color y paredes de piedra blanca, en contraste con los marcos negros de las ventanas.

A los pies de la casa, una hilera de arbustos que la bordeaban y un cesped mullido, recién cortado. Un árbol solitario estaba dejando una alfombra de pétalos rosados en su base.

Jimin estaba maravillado con la visión, que parecía una de aquellas fotografías que protagonizaban las portadas de revistas de decoración.

Si de noche ya lucía impresionante, no podía imaginar cómo se vería aquello bajo los brillantes rayos de sol de la primavera. El cielo azul despejado, como una bóveda cristalalinas sobre la casa salida de un cuento, y ese arbol frondoso rosado, como un algodón de azúcar enorme. Simplemente un sueño.

-Qué maravilla.

-Sí, es increíble, ¿verdad? -Hoseok, al igual que Jimin, la miraba asombrado, aunque él ya había estado allí antes. Sólo de puertas hacia fuera.

-Es una fiesta privada, supongo. No sabía que tenías amigos ricos.

-Bueno, no es un amigo exactamente. Es un cliente. -Hoseok dirigió una mirada pícara a Jimin. -Un cliente agradecido. Y sí, es una fiesta privada. Sólo entras si estás en lista, aunque si le caes en gracia puedes llevar acompañante.

-Y tu le caes en gracia por lo que veo... -Los ojos del rubio se entrecerraron un poco, dando a entender más de lo que decía.

-No, no hemos follado, si es lo que estás insinuando. -Confirmó Hoseok, que ahora estaba rebuscando en su bandolera, una negra de vinilo. -Ponte esto.

De todas las cosas que Jimin imaginaba que el guitarrista le podía dar, esta era la que menos esperaba.

-¿Un antifaz?

-El dresscode. Supuse que no tenías uno.

Hoseok sacó un segundo antifaz, uno negro con motivos dorados en sus bordes, y se lo colocó.

Un cosquilleo recorrió a Jimin, como un gusanillo dando vueltas en la barriga. No podía negar que el chico lucía bastante atractivo, ahora semioculto con el antifaz, que le otorgaba ese aire misterioso, y en esa camisa negra de seda abierta en el cuello y pantalón ceñido del mismo color, en cuyo lateral colgaban dos finas cadenas entrelazadas. De hecho Hoseok era muy atractivo. Pero a veces era tan odioso que esa cualidad la tiraba por la borda.

El castaño comenzó a andar por el camino de piedra, cargando al hombro una cazadora negra con tachuelas.

Jimin se colocó su antifaz, también negro pero bordeado de piedrecitas que lo hacían relucir como un ónix.

No iba muy distinto vestido a Hoseok. También en negro, su camisa se abría en pico y se arremangaba en los antebrazos y sus pantalones eran algo más anchos, ligeramente acampanados. Un cinturón resaltaba su estrecha cintura.

Burn it || Yoonmin || (EN EMISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora