4. Mía

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|ANGIE|

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|ANGIE|

Apenas volteo a verlo me da un ataque de risa casi mortal, ya que parece que lleva puesta una mascarilla blanca o una barba parecida a la de Santa Claus en la que apenas se distinguen sus ojos.

—¿Lo ves? Sí lo hiciste apropósito —acusa frotando su cara contra mi cabello.

Libero un grito ensordecedor al sentir que me deja cubierta de esa crema pegajosa, pero ni siquiera eso logra controlar mi risa. Por más que trato de compadecerme de su situación, no consigo controlar las ganas de reír, ya que no me sorprendería que le entrara crema hasta por las fosas nasales y los oídos...

Estoy segura que si quisiera realmente vengarse ya lo hubiera hecho, pues me supera por mucho en fuerza y altura. Pero el hecho de que no quiera lastimarme me da mucha ventaja, ya que implementa la fuerza de una anciana y trata de voltearme haciendo uso de las cosquillas. Por lo que me revuelco debajo de él y en medio de mi ataque de risa, miro que acerca el envase de la crema y vierte un poco sobre mi cabeza. Con rapidez le arrebato la lata y la arrojo lejos...

—Ahora quiero un beso —avisa cerca de mi oído insistiendo en voltearme hacia él.

—¡Olvídalo! ¡Arruinaste mi cabello! —grito entre risa.

En medio de nuestro forcejeo, lo hago cruzar el límite del sofá y cae en el piso arrastrándome en su dolorosa caída, ya que sujeta con fuerza mi cintura. Por suerte su cuerpo suaviza mi caída debido a que mi cara y brazos se apoyan sobre su pecho. A diferencia de mi trasero que impacta contra la dura superficie del piso, por lo que libero un quejido y me quedo inmóvil asimilando el golpe.

En cambio Jack ríe con más fuerza, se apresura a dejarme debajo de su cuerpo y me hace cosquillas haciendo que me revuelque en el piso como una cabra loca. Y todo empeora, cuando miro su cara un poco cubierta de crema, las lágrimas se acumulan en mis ojos y el sonido de nuestras risas llena la estancia por largos segundos.

—Quiero mi beso —solicita y se coloca en medio de mis piernas abriéndose paso en mi interior.

En medio de mi ataque de risa libero algunos quejidos, trato de ponerme de pie, pero él sujeta mi cintura embistiéndome una y otra vez con fuerza logrando inmovilizarme por el placer.

—¿E-En el piso? —inquiero sorprendida.

—En el piso —afirma divertido.

Me quedo quieta recibiendo sus rápidos embates y aprovecho la cercanía estampando mis labios contra los suyos, en un beso que intensifica la situación, pues también paso mi lengua sobre sus mejillas y barbilla quitando los restos de la crema.

Él por su parte apoya sus manos a cada lado de mi cabeza dejando suspendido su torso sobre mí, mientras mantiene cerrados los ojos como si se concentrara en el placer. La vista de su cuerpo me deja extasiada, pues no puedo negar que incluso despeinado y cubierto de crema batida luce demasiado sexy.

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