24. Dame tu camisa

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|ANGIE|

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|ANGIE|

Tomo la caja con el reproductor de música y me acerco a las rejas. Armin está sentado sobre la cama, con la vista clavada en la pantalla de su laptop. Sacudo la puerta metálica llamando su atención y le hago una señal para que se acerque. Él me sonríe y se levanta, trayendo consigo sus auriculares y la laptop.

—Tengo gustos raros —advierto antes de hablarle sobre mis preferencias musicales.

Toma el reproductor y, por un segundo, su atención recae en la camisa que llevo puesta. Sonríe levemente y, sin más, nos acomodamos sentados en el piso.

(***)

Le fue difícil no echarse a reír, mientras miraba la mezcla extraña de canciones de rock, baladas románticas y pop que añadí a mi playlist. Sin embargo, es bastante bueno guardando silencio y pudo reprimir sus ganas de reírse. Él por su parte tiene un estilo bastante definido, ya que prefiere únicamente el Heavy Metal. Una vez termina de mostrarme algunas de sus canciones favoritas, baja la mirada, aprieta los labios y reprime nuevamente su risa al mirar mi playlist extraño.

Esto me provoca ganas de hacerle cosquillas para por fin escuchar el sonido de su risa, así que meto mi brazo entre los barrotes, pero estos me impiden acercarme lo suficiente como para tocar su abdomen, así que decido dejarlo por la paz.

—Eres malo —digo en un tono infantil.

La sonrisa en su rostro se amplía y se acomoda más cerca de los barrotes, escribiendo algo en la tablet.

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Perdón, pero es un poco gracioso.

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Dejo el reproductor sobre el piso y acorto la distancia.

—Ven aquí —ordeno.

De manera obediente acerca su rostro a las rejas y me mira expectante. Me muerdo el labio inferior, haciendo que su vista se fije en mi boca y cuando por fin está distraído, acorto más la distancia entre nuestros rostros. Pero a escasos milímetros de besarlo, veo con diversión que cierra los ojos y espera el beso. Esto nunca ocurre, pues introduzco rápidamente mi brazo y le hago cosquillas en el abdomen haciendo que retroceda. Por un segundo casi escucho su risa, parece que tiene muchas cosquillas en esa zona. El rubor se expande por su cara y aprieta los labios, intentando controlarse.

—Gracias por esto —digo, mirando el reproductor de música.

Él sonríe, aunque de nuevo su vista se enfoca en mi camisa que es la única prenda que Ferdinand no pudo desechar a la basura, ya que la tenía guardada en un cajón en el cuarto de baño. Esta es la quinta vez que Armin observa lo que traigo puesto. Cuando estaba ayudándome a crear mi playlist, lo descubrí mirando discretamente mi camisa, así que no puedo seguir fingiendo que no pasa nada.

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