|ANGIE|
Fue difícil hacer que Jack despertará temprano, pues tuve que hacerle cosquillas para que se levantara de la cama y se vistiera. No puedo creer que realmente se quedó a dormir, pero al verlo terminando de lavar los platos que ensuciamos en el desayuno me convenzo de que esto ha pasado de verdad.
—¿Terminaste de hacer mis deberes? —pregunto divertida.
Él se acerca y sujeta mi mandíbula con esas manos grandes que están acostumbras a implementar la fuerza bruta, al levantar pesas y hacer esas cosas en el gimnasio que otorgan un buen físico; pero que extinguen la delicadeza y hacen que este contacto sea doloroso. Me duele un poco su agarre, pero a él le divierte examinar de cerca mi rostro.
—Me estas rompiendo la mandíbula —aviso.
—Sí, hoy no tienes mala cara —murmura sonriente, saliendo de su fingida impresión para luego soltarme.
Le dirijo una mirada asesina al no sentir los músculos de la mandíbula.
—¿Dónde está la partera? ¿Por qué no vino a dormir? —pregunta refiriéndose a Paula, mi amiga y compañera de apartamento.
Reprimo una sonrisa, pues desde que llegamos a este edificio, Paula, mintió diciendo que en México había ayudado a dar a luz a quince madres...
«Quería impresionar a un estudiante de medicina que vivía antes en el edificio».
Fue una mentira estúpida, tomando en cuenta el hecho de que ella se desmaya cuando mira sangre y además no tolera el llanto de los bebés: se vuelve loca cuando escucha llorar el hijo de la vecina.
—No sé creo que fue algún potrero a ayudar a las vacas con el parto —murmuro divertida.
—Qué bueno que no está, espero que dejara sus galletas de mantequilla —dice y me hace a un lado irrumpiendo en mi morada, como si fuera un perro hambriento que conoce bastante bien el camino hacia la cocina.
«Es su lugar favorito».
Cierro la puerta y corro detrás de él.
—¡Ni se te ocurra!, ¡la última vez trato de asfixiarme dormida pensando que me había comido sus galletas! ¡Jack, suéltala! —ordeno deteniéndome en el umbral de la puerta.
Lo encuentro con la pequeña lata en las manos, él me mira por unos segundos y luego sonríe como disculpa retirando la tapa con deleite. No espero a que toque la primera galleta y me abalanzo sobre él, ignorando la dura verdad de que soy como una hormiga pretendiendo vencer a una montaña de músculos.
Jack, se ríe divertido llevándose una galleta a la boca, mientras esquiva mis manos que tratan de arrebatarle la lata. Debido a la diferencia de estaturas doy un salto a la luna y me subo en su espalda. Mis brazos se enlazan en su cuello con fuerza, pero mi peso parece ser tan ligero como una pluma; ya que se come otra galleta sin dificultad y no permite que le quite la lata.
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CALIBAN
ParanormalDurante toda su vida el encierro y la soledad fueron sus únicos amigos, hasta que encontró a una persona valiente que se atrevió a hacer algo peligroso: amarlo. El amor era la única salvación para Angie, quien fue en busca de una salida a sus proble...