23. Bonita

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|ANGIE|

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|ANGIE|

Sus brazos me aprisionan con una fuerza tan intensa que apenas puedo respirar. Lucho suavemente para liberarme, buscando que disminuya esa presión que casi me rompe los huesos. Sin embargo, no puedo separarme de sus labios, incapaz de terminar con el beso. Afortunadamente, él sigue un ritmo más suave y delicado, contrario a lo que su verdadera naturaleza salvaje podría querer.

Aunque es un poco torpe para besar, sé que la práctica lo convertirá en un maestro en esto y en todo lo demás. Pero esto no es lo único que me llama la atención de él. Parece que no sabe medir su fuerza, ni cuándo las cosas duelen, y eso me da un poco de miedo al imaginarme estando con él en la cama. Tal vez necesitaría usar de nuevo muletas o una silla de ruedas luego de pasar una noche con él. Mis piernas tiemblan ante esa idea, así que trato de no pensar en eso y me concentro en el beso. Él por su parte parece que se contiene de apretarme, ya que puedo notar su esfuerzo por ser más tierno.

«Va a romperme».

Me gusta. No puedo negar que su fragancia y el calor que emana su cuerpo ardiente me tientan a estar a solas con él, en una habitación. Paso mis manos suavemente sobre sus hombros y pecho, intentando relajarlo. La falta de oxígeno me obliga a separarme, dejando sus labios enrojecidos y entonces me encuentro con su mirada que refleja un deseo insaciable.

—Deberías volver a tu habitación —sugiero, divertida, sabiendo que no quiere hacerlo a menos que sea con compañía.

Niega con la cabeza de una forma casi infantil, lo que me hace reír.

—¿Por qué? —pregunto con una sonrisa, mientras mi boca roza sus labios.

Las comisuras de sus labios se alzan, exponiendo esas perlas dentales bien alineadas que conforman su sonrisa. Sus brazos me rodean de nuevo con esa fuerza rompe huesos, haciendo que me queje un poco. Parece darse cuenta de eso, ya que disminuye la fuerza del agarre y me abraza con más suavidad, aunque sin perder ese aire de posesividad y sobreprotección.

—¿Quieres estar conmigo? —inquiero con picardía y mis dientes atrapan su labio inferior, dejándole un mordisco que lo enrojece aún más.

Me mira con un intenso deseo, y no necesito que me conteste para saber de qué forma quiere estar conmigo. El rojo en sus mejillas aumenta, y su boca se aproxima lentamente, besándome. Sigo el ritmo lento, inexperto, que pronto se torna salvaje y doloroso al besarme como si quisiera devorarme. Pero no me quejo, pues es un placer que raya en el dolor.

Levanto mi pierna, acariciando sus vaqueros y sin romper la unión de nuestras bocas, me conduce hacia algún lugar del pasillo. Me estampa contra la pared, y abro los ojos al máximo, sintiendo que no tengo salida, pero hay algo en mi interior que no quiere tenerla. Hago a un lado el miedo y cierro los ojos, concentrándome en el beso.

—Armin... —Mi lengua acaricia su nombre casi en un jadeo, mientras su cara se hunde en el hueco de mi cuello.

Escucho cómo aspira profundamente mi olor, lo que parece enloquecerlo aún más. Sus labios besan mi cuello con ferocidad, haciéndome delirar en el acto. Pero salgo de mi deleite al escuchar una voz familiar acercándose por las escaleras.

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