28. Te amo

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|ANGIE|

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|ANGIE|

Suelto un último gemido, cerrando los ojos mientras experimento una caída vertiginosa de placer, como si tocara el cielo y ardiera en una hoguera al mismo tiempo. Su lengua pasa sobre mis labios con una delicadeza que me estremece. Cuando ha logrado su cometido, sus dedos cesan su exploración en mis profundidades y se deja caer rendido a mi lado, una amplia sonrisa curva sus labios, sacándome de mi éxtasis para iniciar un juego de labios donde mi energía se desvanece rápidamente y permito que devore mi boca.

En pocos segundos, se desploma a mi lado, sus manos aún me atraen hacia él, y coloco mi cabeza sobre su pecho, mi muslo descansa sobre sus piernas, mientras siento aún los restos de su esencia esparcidos sobre mi vientre. Planto un beso sobre su pecho y levanto la cabeza para mirarlo en la penumbra.

—Dulces sueños —susurro con un tono juguetón, dejando una última caricia en su mejilla.

Él besa brevemente mi mano y percibo el pequeño destello de su sonrisa. Vuelvo a acostar mi cabeza sobre su pecho y cierro los ojos, intentando dejarme llevar por el profundo sueño que sigue a una sesión intensa de sexo oral.

—¿Por qué estabas golpeando la pared? —pregunto interrumpiendo mi propia rutina de sueño, incapaz de ignorar mi curiosidad mientras lo miro en busca de una respuesta.

Él sigue sin hablar, y le lanzo una mirada curiosa, mientras extiende el brazo para coger la tablet de la mesita de noche y escribir su explicación. Sin embargo, la fatiga me vence y aunque mi curiosidad me incita a indagar, decido dejarlo estar y volver a cerrar los ojos con la intención de dormir, aunque la curiosidad me gana y leo lo que escribe.

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Pensé que había hecho algo malo que te hizo enojar.

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La culpa se remueve en mi interior por haberle ocultado mi verdadera razón, para no tener relaciones como quería. Todo lo que ruego en mi mente es que ese momento en el que estuvo en mi interior, no tenga consecuencias...

—No hiciste nada malo —aseguro, abrazándolo con más fuerza.

Él me dirige una mirada llena de incredulidad.

—Es en serio, no estaba molesta contigo.

Mis palabras parece que lo tranquilizan y sonríe al escribir algo en la tablet.

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Esto puede ser gracioso, pero siempre he querido preguntarte algo... ¿Sabes qué se siente amar a alguien?

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Su pregunta me toma por sorpresa, pero al mismo tiempo siento compasión por él. Dudo que haya experimentado mucho amor en su vida, y mucho menos que haya tenido la oportunidad de darlo. Es una pregunta que nunca antes me habían hecho, así que me quedo en silencio, buscando una respuesta.

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