26. Encerrados juntos

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|ANGIE|

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|ANGIE|

Un dedo toca mis labios y se desliza por mi mejilla, sin delicadeza pero con una extraña satisfacción. Me relamo los labios, aún hundida en la oscuridad, tentada por la placidez del sueño que no quiero abandonar...

Un escalofrío recorre mi cuerpo al sentir una respiración cerca de mi rostro. La mano se retira, pero la presencia se acerca más, obligándome a abrir los ojos...

«Maldición».

Me encuentro con el rostro angelical de Armin a escasos centímetros. Parpadeo rápidamente, dudando de mi visión, hasta que toco su rostro para confirmar su realidad. Él entreabre los ojos, como si disfrutara del contacto de mi mano y sus labios dejan un breve beso en ella. Salgo de mi letargo y me siento, observando que estoy en mi habitación, acompañada únicamente por él.

—Armin —llamo nerviosa.

Miro su rostro cercano, sin rejas, ni obstáculos, me hace sentir vulnerable. No me atrevo a provocarlo y aunque la tentación es fuerte, tengo presente las consecuencias si cedo a mis deseos.

«No puedo quedar embarazada. Tiene que haber otra salida».

Él está de rodillas junto a la cama, mirándome con dulzura.

—¿Cómo saliste de tu habitación? —pregunto nerviosa.

Baja la mirada a su tablet y escribe como siempre.

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Ferdinand, me permitió venir. Estaba preocupado, porque veía que no despertabas y necesitaba comprobar por mi cuenta de que estabas bien.

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Intento sonreír para parecer tranquila, pero los remordimientos me abruman. No debí tomar dos pastillas de las que le robé a la Sra. Daphne; fue la única manera de controlar mis hormonas y dormir.

«Esto es culpa mía».

—Estoy bien —digo, incómoda, casi sugiriendo que podría irse si quiere.

En otras circunstancias, estaríamos abrazados, devorándonos a besos. Él sobre mí. Pero el miedo sofoca mi deseo y sé que cualquier intimidad que pueda llevar a un embarazo está prohibida...

Un hombre enamorado es capaz de cualquier cosa.

Las palabras de Paula resuenan en mi cabeza.

—Por eso debes darle mucho sexo. Por nuestro bien, mejor que esté feliz y muy enamorado de ti.

Ojalá fuera tan sencillo, pero dudo poder disfrutarlo o tener el ánimo para satisfacerlo, sabiendo las posibles consecuencias. Estiro los brazos ligeramente y su mirada se posa en mis pechos, marcados por la camisa que solía ser suya. Maldigo en silencio por provocarlo, aunque mi ropa podría interpretarse como una invitación. Fuerzo una sonrisa y aparto la mirada, buscando una excusa para alejarlo.

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