35. Regalo

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|ANGIE|

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|ANGIE|

Camino con rapidez hacia la cocina, abro el pequeño paquete y observo con una sonrisa la pareja de llaveros que tienen forma de piezas de rompecabezas. Los saco de sus cajas y los uno, viendo que las piezas encajan bien y en el metal tienen grabada una frase que solo puede leerse al unir ambas piezas:

Por fin juntos.

«Es un poco cursi».

Sonrío con un poco de vergüenza, sintiendo un ligero arrepentimiento por haber elegido este regalo. En el intento de calmarme, los aprieto entre mis manos y trato de apagar ese fuego de la vergüenza que se expande por mi cara. El nerviosismo me invade y, miro dudosa el obsequio. Estoy pensando que tal vez no hice una buena elección, pues todo lo que le daré es un llavero con una frase incompleta... Tal vez debí buscar algo más grande, llamativo y elegante, como un reloj o algún aparato electrónico.

«No creo que le guste».

Esta pequeñez que no se compara con las cosas lujosas y costosas a las que está acostumbrado, así que pienso seriamente en no entregárselo y elegir de nuevo otra cosa que quizá pueda gustarle.

—¿Qué haces? —pregunta de repente, sacándome de mis cavilaciones.

Doy un salto al verlo parado en la sala, con su mirada puesta en mí. Coloco mi mano detrás de la espalda, ocultando los pequeños objetos que me producen tanta vergüenza. Los aprieto entre mi palma con cada paso que da acercándose, mientras la curiosidad crece en su expresión y me mira con mucha atención.

—N-Nada, solo tenía un poco de sed —miento, nerviosa.

Se detiene a una corta distancia y observa mi postura temblorosa, mi mano colocada detrás de mi espalda, y parece que espera que le muestre lo que oculto. Desvío la mirada y paso a su lado, ocultando mi mano, pero sus brazos me rodean la cintura, impidiendo que siga avanzando, y con esto logra que lo vea.

—¿Qué tienes en la mano? —pregunta, demasiado curioso.

—N-Nada importante —miento, forzando una sonrisa.

Ladea la cabeza y sigue mirando mi postura nerviosa, mi mano vuelta puño, ocultando los objetos.

—¿Estabas viendo ese anillo de nuevo?

Frunzo el ceño y distingo un ápice de celos en su mirada.

«¿Por qué insiste con eso?».

—No estaba viendo nada —contesto, y entonces recuerdo las muchas veces que me descubrió viendo el anillo.

Una pequeña sonrisa curva sus labios y acorta la distancia entre nuestros rostros, para dejar un corto beso en mis labios. Miro con atención los rastros de sangre en sus mejillas; con mi mano libre paso mis dedos, tratando de limpiarlos, aunque no lo consigo. Y esto no consigue distraerlo. Su sonrisa se amplía y parece sentir más curiosidad.

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