|ANGIE|
Mis manos arrugan más las sabanas de la cama, mientras permanezco apoyada en mis cuatro extremidades; recibiendo sus salvajes embestidas que me dejan sin aliento. Sus manos de hierro sujetan mis caderas y me empotra unas cuantas veces, hasta que se derrama en mi interior sacándome un fuerte gemido.
Caigo rendida sobre la cama y pronto se deja caer sobre mí aplastándome un poco con su cuerpo. Estampa sus labios contra mi boca en un último beso, su cabello húmedo choca un poco contra mi cara y me abraza; su piel todavía se siente húmeda. Ni siquiera termine de secarlo cuando volvió a tomarme, luego de que lo dejará entrar a la ducha. No pude mantenerlo fuera mucho tiempo y todo se salió de control. No puedo creer que luego de eso lo hicimos tres veces seguidas.
«¿De dónde saca tanta energía?».
Creo que por fin está rendido. Una vez se quita de encima, me acomodo sentada bajando la tela de mi vestido y lo miro descansar con una pequeña sonrisa de satisfacción en el rostro.
—¿Nunca te cansas?
Mueve la cabeza negando y me doy por vencida. Descanso mi cabeza sobre su pecho, pasando mi mano suavemente sobre las definidas formas de su abdomen.
—Imagino que ahora haces ejercicio conmigo —supongo con una sonrisa pícara.
No dice nada, pero me devuelve la sonrisa. Sus dedos acarician mi espalda desnuda debido al escote del vestido, cuya tela es ligera y deja mucha piel descubierta.
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¿Y mi sorpresa?
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Leo en la tablet, y mi calma se esfuma al recordar que no tengo nada preparado de lo que se imagina.
—T-Todavía no está lista —aviso, levantándome con rapidez.
Camino hacia un mueble y saco de la gaveta un cubre ojos para dormir. Me vuelvo hacia él y ejecuto lo que estaba pensando.
—¿Confías en mí? —pregunto.
Se acomoda sentado y mueve la cabeza asintiendo.
—Quiero que juguemos un juego —aviso, acercándome despacio.
Me detengo a una corta distancia, sintiéndome un poco alta, pues él permanece sentado en el borde de la cama. Levanta su mirada y me observa con atención, mientras sus brazos rodean mi cintura, acercándome más. Por un instante, une su cara a mi abdomen, tocando con su mano mi vientre. Esto me incomoda un poco, pero no digo nada y acaricio su cabello.
—¿Dejarías que te ate? —pregunto en voz baja, tratando de sonar provocativa.
Me mira con atención, mostrando un ápice de asombro. Es probable que esté pensando que soy una masoquista o algo así. Por lo que acaricio sus mejillas, acercando mis pechos a su cara.
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CALIBAN
ParanormalDurante toda su vida el encierro y la soledad fueron sus únicos amigos, hasta que encontró a una persona valiente que se atrevió a hacer algo peligroso: amarlo. El amor era la única salvación para Angie, quien fue en busca de una salida a sus proble...