37. Voy a matarte

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|ANGIE|

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|ANGIE|

Dos meses después...

Miro el exterior a través de la ventana con barrotes, mientras permanezco sentada en el sillón que solía ser el favorito de Armin. Recuerdo cómo, a veces, él pasaba la noche en vela, sumergido en sus pensamientos, de la misma manera en que lo hago yo ahora. No me queda nada más que respirar, mientras siento que muero lentamente por dentro. La mañana grisácea refleja mi estado de ánimo. No recuerdo la última vez que una sonrisa se asomó en mi rostro, pero estoy segura de que fue cuando él aún estaba a mi lado.

«Ni siquiera pude despedirme».

Mi corazón se comprime y coloco mi mano en mi vientre, que cada vez crece más. A veces, siento suaves movimientos; es como una pequeña semilla que no tiene idea de que está viviendo en un cuerpo que se deteriora más cada día.

«¿Qué será de nosotros?».

No pienso quedarme más en este lugar, aunque eso implique nuestra muerte.

—No voy a dejar que te hagan lo mismo que a él... —afirmo, mirando mi pequeña barriga que apenas se pronuncia bajo una de las camisas que pertenecía a su padre.

«No hay esperanza para nosotros».

Desde esa noche, todo se acabó para mí. Cuando recuerdo los últimos momentos de Armin, siento un impulso irrefrenable de seguirlo... La tormenta que llevo por dentro amenaza con inundar de lágrimas mis ojos, ya desgastados de tanto llorar. Pero respiro con fuerza y me contengo.

«No voy a llorar más».

—Pronto terminará todo para nosotros —digo, acariciando mi vientre con ternura.

Hoy he tomado una decisión. He llorado suficiente y, aunque tenga que usar cobijas o lo que sea, voy a terminar con este dolor que no me deja dormir ni amar la vida como antes. Ese viejo mandó a hacer una revisión en la habitación y se llevó todo lo que podía usar para dañarme y dañar a otros, pero no cuenta con la mente creativa que tiene alguien desesperado y no le teme más a la muerte.

—Ferdinand va a arrepentirse —susurro, y la ira me impulsa a ponerme de pie.

«Se quedará sin heredero».

Me acerco a la cama, observando sobre esta los dibujos y las pinturas que Armin me hizo a escondidas. Los ordeno con todo mi amor y, cuando por fin los dejo en su lugar, cierro los ojos dejando escapar un sollozo. Esto es todo lo que me queda de él. Miro el llavero entre mis manos, recordando que nunca más volveré a ver ambas piezas del rompecabezas unidas, jamás volveré a ver esta frase completa que tanto dolor me produce.

Por fin juntos.

Me cuesta aceptar lo efímero que fue ese momento. Pero cierro mi mano, apretando el llavero con fuerza, pues la ira acumulada durante tanto tiempo me impulsa a desear venganza. Salgo de mis pensamientos al escuchar el sonido de la puerta abriéndose. Camino hacia la sala y veo la alta figura de Jack avanzando con rapidez hacia mí.

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