22. Fuera de la prisión

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|ANGIE|

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|ANGIE|

La cena fue agradable, ya que comimos en silencio y aunque en repetidas ocasiones su mirada tímida conectó conmigo no pasó nada más. Es la primera vez que me siento capaz de comunicarme con alguien que no habla, pues sus gestos, sus acciones y la forma en que me mira me hicieron saber que estaba contento y satisfecho con la comida.

Me pongo la bata de seda preparándome para ir a dormir, pero en ese momento escucho que la puerta de la habitación se cierra y me acerco a la puerta del cuarto de baño, mirando a través de la ranura a Lily. Ella se marcha rápido llevándose los platos y el resto de utensilios que use en la cena. No le doy más importancia a su ocupación de limpiar y me acerco al espejo y termino de arreglarme. Es un poco estúpido, pero por alguna razón no quiero dejar de lucir bien, incluso hasta para irme a dormir.

Una sonrisa estúpida curva mis labios, mientras aplico un poco de bálsamo sobre mis labios sin poder evitar pensar en Armin. No puedo creer que me esté gustando tanto hablar y tener su compañía. No me siento sola y su disposición para ayudarme me hace sentir más segura, menos sola en este infierno.

«No sé cómo, pero voy a liberarlo».

Salgo del cuarto de baño, viendo a la distancia que se encuentra concentrado pintando algo sobre un lienzo. No me atrevo a interrumpirlo y avanzo hacia la cama, ignorando la enorme pantalla plana de la televisión. Ni siquiera toco el control remoto, pues no tengo ánimos para ver nada, así que me acomodo en la cama y me preparo para dormir.

Apago la lamparita de noche dejando la habitación a oscuras, pero entonces algo me hace mirar en dirección a las rejas que conecta con la habitación de Armin... Para mi sorpresa lo encuentro allí parado, sujetando los barrotes, mientras me observa con atención.

—¿Necesitas algo? —pregunto y me acomodo sentada.

Mueve la cabeza en una negatoria, pero continúa de pie mirándome.

—¿No puedes dormir?

Asiente despacio y eso resulta suficiente como para arruinar mis planes de descansar. Aunque quiero dormir como un cadáver debido a la horrible velada de la noche anterior, intento ignorar ese cansancio y me levanto.

No enciendo la luz, pues su habitación sigue iluminada y le brinda una ligera claridad a mí alrededor. Camino como un zombi y en el proceso de llegar a él, recuerdo que olvidé ponerme la bata de dormir. Pero no regreso por ella. Intento no pensar en lo que muestra la tela transparente de mi corto camisón de dormir. Me detengo frente a él, tomando su mano y haciendo que disminuya la fuerza con la que sujeta el barrote.

—¿Por qué no puedes dormir? —pregunto viéndolo con atención.

Escribe algo en la pizarra y, gracias a las luces encendidas de su lado, logro leerlo con claridad:

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He tenido muchas pesadillas últimamente.

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