11. Bonita familia

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|ANGIE|

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|ANGIE|

Libero un grito que enseguida es silenciado por el contacto robusto de una mano que me rodea el cuello. Me quedo quieta, sintiendo una presencia parada a mis espaldas, mientras mis piernas tiemblan deseando correr. Pero como si lo supiera, con su otra mano me rodea la cintura, evitando cualquier lejanía. No soy capaz de moverme. Mi pulso se acelera y cierro los ojos con fuerza, sintiendo el suave contacto de una respiración que choca contra mi oído.

—No me dejes solo —susurra una voz distorsionada y pronto siento unos labios fríos presionarse contra mi cuello.

Libero un grito y me levanto de golpe de la cama. Me toco el pecho y siento que mi corazón bombea sangre a su máxima capacidad. La sudoración empapa mi cuerpo y un escalofrío se expande por mi espalda, que está casi desnuda debido al camisón escotado que llevo puesto. En medio de mi agitación, me acomodo sentada en el borde de la cama y observo con atención la amplitud y ostentosidad de la habitación sumida en la oscuridad.

«Fue solo un sueño».

A mi cuerpo le cuesta aceptarlo, por lo que cojo un vaso y el tarro de cristal que descansan sobre la mesita de noche y me sirvo un poco de agua. Bebo rápido, tratando de recuperar la calma de mi respiración. Una vez lo logro, me quedo quieta, observando el alrededor. Esta es una de las habitaciones principales de la casa, que podría ser ocupada por uno de los dueños o una visita importante; no por una simple empleada recién llegada.

Cuando el Sr. Ferdinand me dijo que dormiría en otra parte, me hizo ilusión hacerlo junto a la Sra. Marry y su nieta, pero ocurrió todo lo contrario... Ahora estoy más lejos de ellas y aunque en su momento intenté hacerle cambiar de opinión, pues solicité que me dejara quedarme en una de las habitaciones de empleados, el señor no me lo permitió. Además, ni siquiera me dio una explicación clara del por qué no puedo volver a mi antiguo dormitorio, cuando pudo hacer algo tan sencillo como cambiar la chapa de la puerta para que pudiera seguir quedándome en esa habitación.

No niego que esta habitación es increíble, ya que además tiene una vista espectacular, pero me siento totalmente fuera de lugar. Esta no debería ser la habitación que ocupe una enfermera, una empleada. Aunque suena ingrato de mi parte, no me agradan las atenciones que estoy recibiendo. Toda mi vida he sabido algo: nadie da algo a cambio de nada.

«Tengo que irme de aquí».

Todo me resulta demasiado extraño, pues el dichoso intruso jamás apareció y por razones que desconozco no le informaron nada a la policía...

Ruego en mi mente que Paula regrese mañana como me dijo. Según ella, traerá mis pertenencias, pero en realidad solo me ayudará a cargar las maletas y regresar a New York.

«Jamás debí aceptar quedarme en este lugar».

Respiro con fuerza y me vuelvo a acostar, pero en ese instante escucho un golpe en la pared. Me levanto rápido y miro asustada el oscuro alrededor.

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