Descubrir su pasado la llevó a enfrentar una nueva realidad, donde la fuerza y la determinación se convirtieron en sus mejores aliados.
Después de varios meses de que Dayla entrara como infiltrada a la mafia rusa, su momento de ser coronada como l...
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Hoy era el último día que pasaría en Tailandia.
A pesar de haber hablado con Alexei el otro día, ya no le volví a hablar. Él y su esposa estaban hospedados en nuestro mismo hotel, por lo que me lo acabé encontrando varias veces, pero solo le miraba de reojo. Algo en su mirada me incomodaba, pero decidí no prestarle demasiada atención.
Nada más despertarme hoy, empecé a guardar toda mi ropa, ordenando la maleta para volver mañana temprano. El sol apenas comenzaba a filtrarse por la ventana, iluminando la habitación con una luz suave y cálida.
Como no, por ser nuestro último día, Anna sugirió que nos fuésemos de fiesta.
—Porfa, será nuestra última noche aquí —Dijo Anna, entrando en mi habitación con una sonrisa entusiasta—. ¡Tenemos que despedirnos de Tailandia a lo grande!
—No estoy muy segura —Dije, mordiéndome el labio. La idea de salir de fiesta no me entusiasmaba tanto.
—Necesitamos una noche para relajarnos y disfrutar —Insistió ella—. Niclas, ayúdame porfa.
Niclas, que estaba de pie en la puerta, asintió.
—Un poco de diversión no nos vendría mal.
Finalmente cedí, dándome cuenta de que necesitaba una distracción.
—Está bien, vamos de fiesta —Dije, esbozando una sonrisa.
Anna saltó de alegría y comenzó a buscar en su maleta un vestido para la noche. Yo hice lo mismo, optando por un vestido de tirantes ajustado de color negro. Anna eligió un vestido rojo vibrante que resaltaba su alegría y entusiasmo.
Salimos del hotel, nos subimos al coche y nos fuimos hasta el edificio donde sería la fiesta. Se hacía en una terraza que ofrecía vistas panorámicas de Bangkok. La terraza estaba situada en la azotea de uno de los edificios más altos de la ciudad. La idea de estar en lo alto de la ciudad, rodeada de luces y buena música, comenzó a gustarme.
Al llegar, un ascensor de vidrio nos llevó hasta la azotea, ofreciéndonos unas impresionantes vistas. Cuando las puertas se abrieron, nos encontramos en un espacio amplio y moderno, iluminado con luces tenues decorado con elegancia.
—¡Esto es increíble! —Exclamó Anna, girando sobre sí misma para admirar la vista.
—Definitivamente una buena elección —Dije.
La terraza estaba llena de gente, pero no se sentía abarrotada. La música suave creaba una atmósfera animada. Nos dirigimos a la barra y pedimos unos cócteles exóticos, brindando por nuestra última noche en Tailandia.