Descubrir su pasado la llevó a enfrentar una nueva realidad, donde la fuerza y la determinación se convirtieron en sus mejores aliados.
Después de varios meses de que Dayla entrara como infiltrada a la mafia rusa, su momento de ser coronada como l...
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Varios minutos después, la música desde arriba resonaba a través de las paredes, era evidente que la fiesta ya estaba en todo su esplendor.
De repente, escuché pasos que bajaban por las escaleras del sótano, rápidamente guardé el arma que me había dado Thiago detrás de mí, ya era la hora. Cuando la puerta chirrió al abrirse, vi la silueta de Thiago.
—Dayla —Dijo en voz baja, casi un susurro, como si temiera que alguien lo escuchara desde arriba— Ya es la hora, tenemos que irnos ya.
—¿Cómo piensas sacarme? —Pregunté, midiendo mis palabras.
Thiago sacó una llave de su chaqueta y la sostuvo frente a mí.
—Primero, quito las cadenas, luego te mezclarás con los invitados, nadie notará nada al principio; todos están demasiado distraídos, cuando llegues al patio trasero, yo te cubriré hasta que puedas salir por la puerta de servicio. Pero necesitamos hacerlo rápido.
Mi mente corría a toda velocidad, podía funcionar. O al menos, quería que funcionara. Asentí despacio.
—Está bien.
Thiago se arrodilló frente a mí y comenzó a desbloquear las cadenas de mis tobillos, que me habían puesto con anterioridad porque con unas simples cuerdas no les servía. El sonido metálico al caer al suelo me dio una extraña sensación de alivio, como si por primera vez en días el peso que llevaba en los pies desapareciera.
—Ahora, sígueme —Dijo con firmeza mientras me ayudaba a ponerme de pie.
Mis piernas estaban entumecidas por el tiempo que había estado encadenada, pero logré mantenerme en pie. Thiago abrió la puerta del sótano y miró hacia los pasillos iluminados de la mansión. Los ruidos de la fiesta eran mucho más fuertes ahora, las risas y la música llenaban el aire.
Nos movimos con cautela por los pasillos, cada paso que daba era un paso más hacia mi libertad. El lugar estaba lleno de personas, todas demasiado ocupadas en su celebración para prestarnos atención, Thiago caminaba delante de mí, haciendo un gesto de vez en cuando para que me mantuviera cerca.
Cuando llegamos al patio trasero, vi la puerta de servicio a lo lejos. Estaba tan cerca que casi podía saborear la libertad. Pero justo cuando íbamos a dar el último paso, todo cambió.
El sonido de disparos rompió el aire de repente, como un trueno inesperado. El caos estalló en cuestión de segundos, la gente gritaba, corriendo en todas direcciones. Sentí que mi corazón se aceleraba, y el pánico se apoderó de mí.
—¡¿Qué está pasando?! —Grité, girándome hacia Thiago.
Su expresión se tensó.
—¡Tienes que correr, ahora! —Me miró con urgencia.