Descubrir su pasado la llevó a enfrentar una nueva realidad, donde la fuerza y la determinación se convirtieron en sus mejores aliados.
Después de varios meses de que Dayla entrara como infiltrada a la mafia rusa, su momento de ser coronada como l...
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Habían pasado aproximadamente dos semanas desde mi rescate, y cada uno de ellos lo dediqué a recuperar fuerzas, tanto físicas como mentales. Al principio, todo fue un caos, mi cuerpo aún llevaba las marcas del encierro: los dolores musculares, los moretones, el constante agotamiento, pero, poco a poco, comencé a sanar.
Leonardo y Salvatore habían sido mis pilares en este proceso, mis días estaban estructurados, cada mañana, Leonardo venía a buscarme temprano para entrenar en el gimnasio de la mansión. Al principio, mis movimientos eran torpes, mi cuerpo protestaba ante cualquier esfuerzo, pero poco a poco, mi resistencia mejoraba, y las pesas que antes me parecían imposibles de levantar comenzaron a sentirse más ligeras, como lo era antes.
Tomé una respiración profunda mientras me dirigía al gimnasio de la mansión junto a mi padre, todo estaba perfectamente preparado: pesas, máquinas, sacos de boxeo... cada elemento en su lugar, esperando por mí.
—Hoy trabajaremos en tu fuerza y resistencia —Dijo mi padre, estirando su cuello y preparándose como si él también fuera a entrenar—. ¿Estás lista?
Asentí mientras me ataba el cabello en una cola de caballo.
—Empezaremos con el circuito de fuerza —Anunció, guiándome hacia la barra de pesas. La barra reposaba sobre un soporte de metal, y mi padre añadió algunos discos cuidadosamente, asegurándose de que el peso fuera el que necesitaba.
Me coloqué frente a la barra, inspiré profundamente y levanté la barra con esfuerzo, sintiendo cómo cada músculo en mi cuerpo se tensaba. Mis brazos temblaban, pero me concentré en la respiración para mantener el control.
—No te apresures, controla la respiración —La voz de mi padre era sereno.
Seguí sus indicaciones, levantando y bajando la barra mientras contaba en mi mente. Cuando terminé, bajé la barra con cuidado, exhalando aliviada. Pero el descanso duró poco; mi padre ya me estaba señalando hacia las cuerdas.
Sin pensarlo demasiado, comencé a mover las cuerdas, creando olas en un ritmo cada vez más intenso. Mis brazos ardían, pero me mantuve firme, mientras Leonardo contaba los segundos en voz baja.
—Con fuerza Dayla, como si quisieras romper el suelo —Me decía, su tono motivador me impulsaba a seguir, incluso cuando parecía que mis fuerzas se agotaban.
Después de lo que me pareció una eternidad, me indicó que me detuviera. Respiré profundamente, sintiendo cada músculo de mi cuerpo fatigado y el sudor recorriéndome la frente. Me estaba exigiendo hasta mi límite.
Me acerqué al saco de boxeo, envolviendo mis manos con las vendas mientras Leonardo me miraba atento.
—Quiero que trabajes en tu precisión y técnica. La fuerza no sirve de nada si no sabes controlarla —Me explicó, mostrando algunos movimientos en el aire con una agilidad que parecía imposible en alguien de su edad, verlo moverse así después de haberse despertado del coma era fascinante.